Vi desconocidos. Vi la noche. Vi llover
El camino de nuestra casa bordeaba el acantilado antes de meterse tierra dentro,
hacia el pueblo. Andar por él en un día como aquel no era fácil,
pero recuerdo que agradecí que el feroz viento barriera de mi mente
todo lo que me atormentaba. El mar estaba embravecido,
con unas olas cortantes como piedras afiladas.
Me pareció que el mundo entero se sentía como me sentía yo.
¿Es que la vida era solo una tempestad que arrasaba con todo,
dejando tras ella solo algo yermo e irreconocible?
“Memorias de una Geisha”
- Arthur Golden
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Sentir miedo
Sentir pena
Sentir vergüenza
Sentir incertidumbre
Sentir dolor
No saber qué hacer,
a dónde ir,
a quién buscar,
por qué ocurre todo,
así,
con tanta crueldad,
Crueldad e indiferencia.
La denominan “Esclavitud del Siglo 21”. Según estadísticas de UNICEF, aproximadamente 1 de 10 niños en todo el mundo, alrededor de 152 millones, están sujetos al trabajo infantil, y casi la mitad de ellos realizan actividades peligrosas, muchos obligados a través de la trata de personas.
" ...A menudo son objeto de violencia, abusos y otras violaciones de derechos humanos. Las consecuencias son asombrosas. El trabajo infantil puede recaer en daños físicos y mentales extremos, e incluso la muerte. Puede conducir a la esclavitud y la explotación sexual o económica. Y en casi todos los casos, aleja a los niños de la escuela y la atención médica, restringiendo sus derechos fundamentales y amenazando su futuro.”
CHIYO, LA NIÑA DE LA CASITA “PIRIPI”
“La casa en la que vivíamos en el pequeño puerto de Yoroido era una casita piripi, como la llamaba yo entonces. Estaba junto a un acantilado donde soplaba constantemente el viento del océano. De niña, pensaba que el mar estaba siempre acatarrado, porque jadeaba constantemente, salvo cuando se quedaba como sin respiración, antes de soltar uno de sus grandes estornudos...Decidí que nuestra casita se habría ofendido de que el océano le estornudara en la cara cada dos por tres y empezó a torcerse para quitarse del medio. Probablemente hubiera terminado derrumbándose de no ser porque mi padre la apuntaló con un madero que rescató de un barco de pesca naufragado. De este modo, la casa parecía un viejo borracho apoyado en una muleta.”
Una niña de nueve años, su hermana adolescente, sus padres sumamente pobres, una madre moribunda y un progenitor sin ningún control de la vida, totalmente ausente de todo, sin ganas de existir o morir, tan solo perdiéndose entre el sufrimiento y la miseria, la pena o los sentimientos de culpa y, finalmente, vendiendo a sus dos hijas.
Dos pequeñas asustadas, confiando primero en quien será su verdugo, un hombre bueno, amable y educado, aquel que adopta el papel de bondadoso padre de familia, que las endulza con cuidados y atenciones, que las invita a su casa, a pasar el día y la noche con su familia, a formar parte de ella por unos instantes, un hogar precioso y acogedor, lleno de luz y color, un palacete de ensueño, especialmente para dos niñas paupérrimas que jamás han visto nada igual. La promesa de repetir aquella escena, de disfrutar de la vida de una manera distinta, divertida, feliz.
La despedida de Yoroido, el pueblo natal, corriendo por el camino que las abraza y el viento que las besa, sin saber que nunca más volverán y que pronto serán separadas para siempre. Sin intuir que, a una, por ser muy bonita, la destinarán a ser una niña esclava y con suerte, si se porta bien, tal vez, algún día se convierta en una Geisha profesional que entregará todo su dinero a la casa que la ha formado, lugar al que pertenecerá de por vida, cual propiedad privada, sin libertad de elección. La otra, menos agraciada, es destinada a ser una prostituta adolescente que no es dueña de sí misma, una chica sin madre, sin padre, sin hermana menor, sin ella misma siquiera. Sin opciones. Sin elección. Sin derechos.
Por unas horas solo se tuvieron la una a la otra, hasta que el destino con forma de hombre pagó por ellas. Luego, ese mismo destino con forma de mujer las ausculta en profundidad para garantizar la valía de la mercancía. Posteriormente, son transportadas tren adentro, quién sabe a dónde, ya no son humanas, solo dos bultos camino a sus futuros campos de concentración.
“Doña Fungillas vino directo hacia mí, y en un segundo me había bajado las bragas hasta las rodillas y me había quitado el blusón, como había hecho con Satsu. Yo no tenía pecho que la vieja pudiera toquetear, pero me examinó debajo de los brazos, igual que mi hermana, y también me dio la vuelta...Estaba horriblemente asustada pensando en lo que vendría después. Cuando intentó separarme las rodillas, tuvo que darme un azote en el muslo, como a Satsu, y a mí se me hizo un nudo en la garganta intentado contener las lágrimas. Me puso un dedo entra las piernas y sentí como un pellizco, tan intenso que solté un grito...”
“Las niñas están sanas, y son aptas. Las dos están intactas. - le dijo al Señor Tanaka...”
LAS TEXTURAS DEL SILENCIO
¿Por qué un tema tan urgente no es abordado con más constancia? ¿Por qué no se comparte más información al respecto? ¿Por qué no navegamos más y aprendemos más sobre algo que mutila física, mental y emocionalmente a millones de niños en todo el planeta?
No solo se trata del silencio de los inocentes. Es también el silencio de los observadores, tantas veces pasivos, oyentes silenciosos que pasamos de frente, sin detenernos un rato a entender lo que ocurre.
La historia escrita por Arthur Golden a finales de los 90s ha sido múltiples veces abordada, especialmente por la historia romántica que enmarca una nueva versión de La Cenicienta, porque se convirtió en un best seller, sí, un super ventas llevado a la gran pantalla, con escándalo de juicios y demandas de por medio, prohibiciones de difusión en ciertos países y demás matices del entretenimiento.
Sin embargo, dos virtudes remarcarían el título y lo colocarían en la lista de los que “vale la pena leer, aunque pasen los años”:
Primero, el vocabulario tan rico manejado por el autor, sus constantes metáforas, analogías y comparaciones que nos colocan en el contexto, nos hacen viajar junto con Chio-San, recorrer las calles con ella, entender la naturaleza en ese preciso instante, observar el cielo del mismo color que ella parece percibir y descubrir el espacio general. Recursos que envuelven a un lector con ganas de seguir leyendo, de saber más, de escuchar más y perseguir con la mirada la vida entera de la mujer japonesa que, entonces, se convierte en la representación de una mujer latina, africana, europea, norteamericana, asiática y más.
¿Cuántas vivirán situaciones similares?
Tantas...o más.
El libro sigue junto a Chiyo el viaje de vida de una niña que se transforma en mujer y se convierte en Sayuri, la gran geisha, atravesando las distintas etapas de su vida a la luz de pertenecer a otros, jamás a sí misma, preparándose siempre para cumplir objetivos ajenos que implican, por lo general, el enriquecimiento a costa de su extraordinaria belleza.
Luego, el tema más relevante en la obra, ese que enciende una alerta inmensa en nuestras mentes y nos hace cuestionarnos una realidad que hoy golpea tantas vidas, unas que no tienen voz y que se vuelven invisibles: el tráfico infantil, la trata de personas, la esclavitud del Siglo XXI, temáticas abordadas desde la mirada de un autor que no deja de atravesar su narrativa de la mano del amor, ese que con el paso del tiempo transforma la tristeza en alegría y las ilusiones en realidad.
Se trata de la cruda verdad que cuenta las golpizas, la privación de alimentos, el destino a dormir con roedores, los castigos múltiples, la amenazas si se intenta escapar, la manipulación constante, el maltrato psicológico, el endeudamiento de por vida, el llanto en soledad, el terror al día siguiente, la repetición de la vida miserable y un recuento más de experiencias perversas, constantemente mitigadas por la forma en que se grafica la pureza de las niñas víctimas, su sentido de la amistad, sus risas y complicidad, la inocencia hecha diversión y claro, sus procesos de enamoramiento y la búsqueda incansable del gran amor.
Pero no perdamos el foco, porque la obra, intencionalmente o no, es una denuncia abierta para que la audiencia preste atención y no se pase de largo.
¿Será que solo iniciamos movimientos de recuperación, compartimos información fundamental o nos movilizamos emocionalmente cuando experimentamos algo en carne propia?
¿Tenemos que sufrir directamente la miseria para conmovernos?
En la entrevista a la guionista de ópera contemporánea, Maritza Núñez, que titulé "Dame libertad para vivir, vida para crear, creatividad para amar", la escritora habla sobre una realidad palpable, actual, proveniente del tráfico y la explotación infantil:
“Hay contrabando de niños...Y ese es un tema que ocurre, que nos atañe, hay miles de personas que están perdiendo a sus hijos, que los pierden porque son vendidos, son raptados, son prostituidos. ¡Eso no es una ficción!”
¿Y NOSOTROS? ¿QUÉ ESTAMOS HACIENDO?
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Una protagonista marcada por un destino ligado siempre al precio de no ser dueña de sí misma, sino propiedad ajena. Una niña, adolescente y mujer incapaz de decidir sobre sus actos, sin poder elegir ni saber qué ocurrirá con ella el resto de su vida. Hasta ahora, su cuerpo y su rostro preciosos son su mayor valor ¿Y luego?
Unos niños trabajando en la minería ilegal, en la tala, como servidumbre en las capitales en distintos hogares de las ciudades, mendigando en las calles mientras son observados por sus explotadores, raptados y puestos en venta, alquilados, negados a vivir su infancia, sin opción a elegir algo distinto.
“Estuvimos en el tren muchas horas, sin nada que comer...Para cuando llegamos, al atardecer, me sentía como una roca después de todo un día de golpearle el agua encima.”
Recordemos que una obra de arte activa todos nuestros sentidos. Un libro, como en la reseña de hoy, nos sensibiliza tan solo con la descripción de un ser humano pidiendo ayuda, a gritos, a través de las palabras que aquel o aquella se animan a usar para narrar la miseria y el rostro más triste del ser humano. Uno que se vuelve imperceptible y al que ya no solo no logramos ver, ni oír, sino del que, de pronto, no sabemos más, es olvidado y desterrado a la desaparición absoluta...
HASTA QUE ALGUIEN SE ANIMA A TRAERLO NUEVAMENTE A LA LUZ Y HABLARNOS DE ÉL, DE ELLA, DE ELLOS.
HASTA QUE LOS ENCONTRAMOS NUEVAMENTE EN UN LIBRO, EN UNA PINTURA, EN UNA ILUSTRACIÓN, EN UNA CANCIÓN, EN UNA DANZA, EN UNA PIEZA DE ARQUITECTURA, EN UN GRAFITTI, EN UNA PELÍCULA, EN UNA OBRA DE TEATRO...
EN LAS CALLES, CON LA MIRADA PERDIDA, TAL VEZ QUERIENDO PEDIR AYUDA, SIN SABER POR DÓNDE EMPEZAR.
El psicólogo Javier Molina, comenta que la indiferencia ante la suerte o desgracia ajena hace que aquellos se sientan solos y desamparados. ¿Y cómo habría que sentirse ante la ceguera, la sordera y el mutismo generalizado si alguien me ve hecho un esclavo y ni siquiera puede hablar sobre ello?
Molina esboza lo que es la indiferencia a través del concepto para distintos personajes mundiales:
Los miembros de esta generación tendremos que lamentarnos no solo por las palabras y los actos odiosos de las malas personas, sino por los clamorosos silencios de las buenas. - Ken Follett
En la medida en que el sufrimiento de los niños está permitido, no existe amor verdadero en este mundo. - Isadora Duncan
Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos. - Martin Luther King
La indiferencia es el apoyo silencioso a favor de la injusticia. - Jorge González Moore
Un artista crea, habla y explica la realidad urgente a través de su obra.
Un público activo comparte, analiza, lee, observa, concluye, avisa, siente, comprende y ayuda a otros a entender lo que ocurre. Porque sabe que cuanta más gente conozca determinada realidad, menos víctimas habrá.
En aquella entrevista realizada a inicios de este año, Maritza Núñez recalcaba:
“Sin embargo, incluso si hablamos de prostitución infantil, la realidad de los niños que están en ello, o de los niños que están en la minería es una realidad física, no puedes respirar. Aun así, si ellos atendieran una obra artística no creo que dirían - bueno esta no sabe lo que es estar en nuestra situación-, a lo mejor sí, pero creo que no. Depende de cómo esté contada la historia, ahí está el reto. Creo que más bien dirían - HAY OPCIÓN, HAY ESPERANZA, ESTO SE VA A PARAR, HAY ALGUIEN QUE ESTÁ DENUNCIANDO NUESTRA REALIDAD. QUIERE DECIR QUE ESTÁBAMOS EN LO CIERTO AL RECHAZAR ESTO, PORQUE ESTO NO TIENE POR QUÉ SER NORMAL, NO TIENE POR QUÉ SER NUESTRA REALIDAD”,
Tres palabras clave nos queda por rescatar. Por favor, no lo olvidemos:
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