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LAS SENSACIONES DEL AMOR Y EL PARAÍSO EN UN LAGO

Foto del escritor: LUCY QUINTANILLALUCY QUINTANILLA

Unos cisnes, un rincón de realidad y un segundo de ficción


“En medio de la plaza

y sobre tosca piedra,

el agua brota y brota...”


- Antonio Machado



Créditos de fotografía: Óscar Muñoz

El silencio no existe hoy, tampoco las dudas, las penas o las confusiones de la vida en la capital que va por ahí, tantas veces, rumiando una vertiginosa rutina a punto de estallar cargada de sinsentido. Hoy no. Hoy, en medio de un teatro atento y expectante, todo es una fiesta, es la celebración del amor venciendo a la incertidumbre, al miedo y también a la envidia del que no es feliz. Hoy nacen y renacen Odette y Sigfrido, y Chaikovski y nuevamente el amor, y los cisnes, y la danza, y la música y entonces, una vez más, la vida sin asignaturas pendientes.

¿Y Odile?

¿Y el lado oscuro?

¿Y la maldad?

¿Y la mentira?

Odile siempre está ahí, al lado, en ti y en mí, en él y en ella, en todos, aquí y allá. Y tampoco importa. Hoy, la versión estrenada por el Ballet Municipal de Lima, nos estrega el triunfo de los que eligieron no bajarse del barco a pesar de la tormenta o, al menos, no dejar solo al otro por la propia desconfianza, por el titubeo individual o por aquella voz repitiendo ¿y si no funciona?


Hoy, El Lago de los Cisnes, la obra cumbre del ballet clásico, vuelve al eterno Teatro Municipal de Lima y nos sumerge en la felicidad de la melodía idílica, en la mitología del personaje híbrido cargado de femineidad, en la alegría de experimentar la magia del amor en la piel y en la memoria, de la bondad todavía posible y la idea de aquel amor enamorado, el amor romántico, el amor propio, el amor con cierta fascinación secreta del pasado, la certeza definida por la esperanza en el futuro y la sabiduría de tomar como punto de partida el aquí y ahora.


Cincuenta bailarines en escena y todo un equipo detrás de ellos capaz de darle color y calor al invierno, a través de una pieza que vuelve a levantarse más viva y sensible que nunca.



DE LO TERRENAL A LO SOBRENATURAL



La escena que marcaría El Lago de los Cisnes como gran clásico está en el Segundo Acto, ese espacio donde se narra el encuentro del príncipe Sigfrido con Odette y llegan al encuentro del amor, el momento mágico en que los bailarines trasmiten toda esa intensidad sabiendo que es algo imposible porque él es un humano y ella es una mujer convertida en cisne - dice Claudio Valdivia, maestro del Ballet Municipal de Lima.

Es el día del ensayo general, a puertas del gran estreno de El Lago, y todo va quedando listo para una presentación que ha esperado poco más de dos años antes de abandonar el sueño y, por fin, darle vida, ¡como nunca!, a una icónica temporada.


Todo ocurre como en cámara lenta, e irónicamente también a mil por hora, entre zapatillas de ballet y puntas que apuestan por la sincronía persiguiendo la memoria del cuerpo, maestros empapados de la coreografía, del vestuario y de los detalles más recónditos junto a un grupo de expertos tras bambalinas que no se detiene. Y, desde luego, todo se hace posible dentro del imponente teatro atento a cada imagen que se va bordando y entrelazando frente a sus ojos.

¡Levanta más la pierna!, ¡coloca tu brazo derecho un poco más atrás!, ¡sube el pie! ¿Por qué bajas el brazo? Si ya vienes corriendo con el brazo derercho arriba, el otro lo subes, ¡no al revés! - sentencia Guadalupe Sosa, maestra de la compañía que, con una visión de 360 grados corrige el mapa con niveles de agudeza extremos, sin reservas ni excepciones.

Siento que cuando aparece el cisne blanco en escena se entabla un vínculo impactante con el público - dice, la maestra - que todos se quedan congelados y que ese es el momento en que se conectan con la historia y el drama que envuelve al Lago de los Cisnes. Además, está el nivel de responsabilidad técnica que tiene cada bailarín para representar esta obra que realmente es muy exigente. Y los chicos tienen que darse por completo, exigir su cuerpo al máximo y aunque a veces crean que no lo lograrán, luchan cada día para demostrar todo lo que pueden hacer y el nivel que tienen.

Esta es la obra cumbre de la danza clásica, aquella pieza que, entre cisnes, princesas, príncipes, hechiceros y una constante fiesta nos regala uno de los rostros más poéticos del arte, uno que nos descubre las raíces del amor romántico y sus complejidades, que nos sumerge en un viaje entre los límites de lo mortal a lo inmortal y nos revela ya no solo la maravillosa quimera, sino que desde la ficción es capaz de envolvernos de grandes y penetrantes dosis de realidad.


Es un miércoles gélido de julio en Lima y cruzando un portón blanco de este gran teatro peruano se erige la posibilidad de convivir con la felicidad y un destino trazado hace casi ciento cincuenta años, cuando un mítico Bolshoi encargara la creación de la obra y el genio irrepetible de Chaikovski le heredara a la humanidad un eterno bamboleo de emoción, pasión, alegría a la potencia y una utopía sonora convertida en cinco sentidos abiertos a la vida fuera de serie...A la vida ¡a raudales!




ÉRASE UNA VEZ, EL AMOR REAL


¿Como deletreas el amor?, pregunta el famoso puerquito de Winnie Pooh mientras su autor, el escritor A. A. Milne, responde:


“No lo deletreas...LO SIENTES”

Y, ¿cómo lo expresas? Entonces volvemos a la idea que te grita que solo lo sientes y, por eso, todo parece iluminarse. Es que a veces, ¡tantas veces!, quisiéramos que aquello a lo que le damos forma cuando nos enamoramos fuese eterno e invariable, aunque mañana no exista todavía y no sepamos con certeza lo que ocurrirá.


Y, en tantas ocasiones, el cuerpo dice lo que las palabras no pueden, como explicaría la legendaria bailarina Marta Graham alguna vez, mientras aquel amor por la vida hecha danza seguía latiendo dentro de ella.

Los bailarines vuelven al escenario después de dos años y para todos ha sido una emoción increíble. Ahora, es como si tuvieran nuevas sensaciones en su forma de transmitirle al público lo que hacen desde el escenario. La presión fue tan fuerte que ha generado cierta madurez nueva. De algún modo, esta etapa tan difícil ha traído esta nueva personalidad que ha sabido aflorar con mayor énfasis y ha salido a demostrar todo lo que pueden hacer - comenta Claudio Valdivia.


Todo permanece oscuro alrededor, únicamente nuestros rostros como espectadores son iluminados por las luces que emanan desde el escenario, aquella isla musical en la que el príncipe Sigfrido ha descubierto la existencia de un tímido y precioso cisne, un ser con una libertad limitada que en realidad es una princesa presa dentro de su propio cuerpo y atenta a encontrar la respuesta para recuperar su naturaleza humana, una que podría estar en el hombre al que acaba de conocer.


El encuentro es tan conmovedor como lo que narran los cuerpos y rostros de ambos protagonistas, es el sí y el no al mismo tiempo, es la colisión del miedo y la PERSISTencia, la probable caída y el equilibro sostenido con tanto esfuerzo, la lucha entre el quiero y el no quiero, el puedo y el imposible, el juego por entrar y salir al mismo tiempo, por las dudas que los inundan y la promesa de logro gritando que hay que avanzar, aunque cueste tanto.

Mientras, la música de Chaikovski es tan poderosa y conmovedora, y cada nota musical se vuelve un filtro absoluto de los sentimientos de cada enamorado que, lo mejor, lo más increíble de la analogía entre los sonidos y los pasos de danza son los niveles de descripción entregados a cada ser sentado frente a ellos, porque sin importar qué tan lejos o cerca esté, cada uno puede traducir lo que ocurre, interpretar en la propia dermis la experiencia vivida y transcribir lo que escucha desde el interior de sí mismo.



UN DÍA EN LA VIDA


En ese momento ya no existe Oriana, en ese momento se trata de qué podría estar sintiendo Odette, la princesa, en aquella época, ¿cómo eran las cosas?, la secuestraron de su reino, ¿qué podría estar pasando en ella?, ¿y cuando la raptan, cuando la hechizan y tiene que dejar de ser princesa y volverse un cisne? Entonces puedes estudiar a los cisnes, a un animal, el movimiento de sus alas. Esa es la preparación corporal para poder transmitir al público la obra, es algo que va mucho más allá de solamente bailar, hacer una coreografía, seis pasos y ya. Es algo más profundo - comenta Oriana Plaza, primera bailarina de la compañía.



Hay un precioso cisne en tutú, agitando los brazos con el viento imaginario, erigiendo los dedos con esos niveles de máxima delicadeza por los que amamos tanto el ballet clásico, sacudiendo la cabeza como aquellos seres casi mitológicos, cubiertos de plumas y luz que habitan en las aguas y cuyos cuellos espigados los han vuelto el sueño representativo en el imaginario de las artes del tul y el satín, los leotardos, las mallas y la constante fantasía. Oriana despliega con esta versión de Odette niveles desbordantes de femineidad tanto como con Odile, que es la explicación invernal de la princesa a la que, además, recubre de sensualidad buscando que Sigfrido sucumba ante la tentación y esperando, en el fondo, que triunfe el amor verdadero, capaz de mirar más allá de las capas externas. Es difícil no conmoverse al percibir los niveles interpretativos en los que la primera bailarina se encuentra inmersa


Se trata de estudiar el personaje, interiorizarlo, no es solamente poner caras, actuar y ya, ¡no! Es de verdad sentir cada papel y hacerte un montón de preguntas a la hora de asumir un rol. Es dejar de ser uno. Por eso, siempre trato de darle forma a mi personaje y con cada interpretación uno se va enriqueciendo un poco más - prosigue la artista.

Entretanto, para Frederick Ayllón, primer bailarín del Ballet Municipal, lo más retador al momento de interpretar a Sigfrido es meterse en el personaje y lograr diferenciar la realidad de la fantasía.


El backstage está lleno de todo: de bailarines, de los maestros, de los técnicos de sonido y luces, de la maquilladora que retoca a los personajes que, entre el sudor y la adrenalina por volver a escena necesitan la comodidad y confianza máxima depositada en que todo avanza según lo planeado, de la utilería desplegada a lo largo y ancho del espacio. Y claro, también está cargado de los seres humanos detrás de cada personaje, esos que vuelven dando saltos, a veces entre sonrisas, otras preocupados porque pudieron hacerlo mejor, o bromeando entre sí con esa complicidad íntima del empoderamiento colectivo, listos para tomarse una foto o grabar un video de ellos allí, como niños que otra vez pueden jugar con la libertad de hacer lo que aman por encima del miedo o de cualquier gama de sentimientos saboteadores, por el contrario, parece que siempre celebran haber vuelto al Lago, al precioso gran Lago.




Allí, detrás de las grandes luces teatrales hay unos riendo, otros concentrados en un nuevo estiramiento, en calentar, en estar solos un momento antes de que los llamen otra vez, en revisar sus teléfonos o en quedarse absortos, atendiendo el trabajo del otro que, en este momento, está bailando y logrando la meta, una noche más.


Se ha formado una familia, entre todos se apoyan, todo se trabaja en equipo y eso tan bonito se ve reflejado en los resultados. Es una obra grande y te sientes satisfecha al ver cómo los bailarines se esfuerzan día a día para llegar al objetivo, los admiro mucho por todo el trabajo que hacen tras escena - va comentando Úrsula Cano, productora del ballet, mientras el ensayo final permanece vivo, las luces se encienden y se apagan, el volumen sube y baja y ella no pierde de vista lo que se necesita.

Técnicamente los bailarines siguen avanzando, recuperando y mejorando, especialmente después del tiempo congelados durante la pandemia. Sin embargo, aunque este aspecto en una compañía eficiente, talentosa y exitosa no es algo negociable, tan cierto es que la calidad interpretativa que cada bailarín le otorgue a su rol es clave y el alma que va dando vida a la obra completa. Sin la capacidad de transmitir el repertorio de emociones provenientes de una pieza, como este clásico en particular, no hay nada. Sin las habilidades teatrales para comunicar con el cuerpo lo que es el amor, la vida, la tempestad, la belleza, lo bueno y lo no tan bueno...No hay nada. No hay Lago, no hay magia, no hay fondo ni voz, ni sentido.


Pero esta vez, el abrazo del Ballet Municipal limeño se ha sentido intencional y cálido entre el público y, por eso, es posible experimentar en más de un momento lo que siente Odette, lo que busca Sigfrido, la locura cuerda de Odile y la maldad de Rothbart, el antagonista perfecto para edificar el significado de egoísmo y vacío.

El éxito de una obra depende de las circunstancias, actualmente la gente busca enriquecer su vida, todo lo que ha pasado ha hecho que miremos esa vida de otra manera. Todos están buscando algo distinto, refugiarse en otras cosas, la realidad ha sido tan fuerte estos últimos años y ha impactado de modo distinto en cada uno que TODOS ESTAMOS ÁVIDOS DE LLENAR EL ALMA – me responde Guadalupe Sosa.

Permanezco detrás de bambalinas antes de ir al otro lado del teatro y ver la obra desde las butacas, observo qué más hay que no haya visto antes y, sin darme cuenta, como tantas veces suele ocurrir con lo que tenemos en frente, a mi lado hay un lindo cisne haciendo algunos ejercicios antes de bailar frente a la audiencia, está tan cerca que puedo ver los detalles del diseño del vestuario para una pieza que es como un sueño dando la vuelta al mundo, temporada tras temporada. Esta vez, todo ha sido pensado al milímetro, incluso los preciosos y coloridos trajes utilizados por las bailarinas en cada escena.


- ¿Qué es lo más emocionante de este Lago de los Cisnes, que se hace realidad después de algo más de dos años?
- La sensación de pisar el escenario y bailar este ballet que es tan lindo, que es un clásico. Poder hacer un ballet completo después de todo lo que ha ocurrido, es emocionante y además que es ¡El Lago! - responde entusiasmada María Fernanda Antunes, una de las artistas del cuerpo de baile.

Ahora que estoy aquí, pienso en todo aquello que dejamos al cruzar la entrada de este edificio, en el bullicio y la inestabilidad constante de una capital incansablemente retadora, sarcástica y tan solitaria a veces, otras cargada de ilusión y buscando paz a cada paso. Una Paz que aquí, adentro, es absoluta y que además viene acompañada de sus amigas Alegría, Libertad y la escandalosa de este grupo: Belleza.

Para los chicos, estar en escena nuevamente les ha hecho valorar todo lo que se tenía y todo lo que se dejó y no sabíamos si iba a seguir o no. Entonces, las ganas contenidas que tenían de estar allí se manifiestan y están dando lo mejor de sí. Y eso es lo que ahora hace el éxito del Lago y de cualquier cosa que hagamos de aquí en adelante. Además, creo que se han reforzado los lazos de todos en la compañía - enfatiza Guadalupe.

Todas las princesas bailan con vestidos rosas y corsés cargados de brillo. Vestidos celestes y también amarillos construidos con telas etéreas, mangas voluminosas y un estilo muy cuento de hadas, moños perfectos y adornos de lado y así, todo sigue definiendo la incansable ilusión. Las puntas, las puntas, ¡las puntas! Y un cuerpo de baile inolvidable esta vez, formando parejas, con un bufón que se arropa entre todos y una vez más Chaikovski, y otra vez, ¡y siempre Chaikovski! Y el corazón que late, late y late y ellos que siguen sin parar dándole vida a este Lago.


Esperé este momento durante dos años, la emoción para mí es inmensa, esta es una obra en donde se baila mucho, especialmente los hombres y hay más protagonismo. Lo bello es que tiene muchos estilos diferentes como la danza española que es totalmente distinta a la polaca, que es completamente distinta al primer acto que es vals y eso es lo mejor de la obra, sus niveles de complejidad en los estilos – comenta Aliosha Peralta, uno de los bailarines que pronto ingresará al Tercer Acto.

LA OTRA INTERPRETACIÓN


El Lago de los Cisnes es una de las grandes obras clásicas en las que el amor de pareja es la base del idilio y de la burbuja de ensueño que todos conocemos y atendemos boquiabiertos. Sin embargo, si prestamos atención, si vemos de cerca tanto como podamos, descubriremos que también es la obra que habla de esa dualidad que todos llevamos dentro, el Yo luchando con el Yo, nuestro lado valiente con nuestro lado cobarde, nuestros sueños con nuestros miedos, nuestra personalidad atenta con aquella que vive dispersa.

Somos nosotros en aquella escena en la que Sigfrido y Rothbart bailan juntos en un combate por triunfar y dejar fuera del camino al otro. El príncipe lleno de amor e ilusión se lanza hacia adelante y hacia atrás y quiere lograrlo, ¡con todas sus fuerzas quiere lograrlo! Y el hechicero, siempre oscuro, siempre presto a devorar todo intento de salud, repite los mismos pasos, hacia adelante y hacia atrás, y hacia los lados y a donde vayas, ahí está él para cubrir con sus alas inmensas y tan oscuras toda visión que la fe en la posibilidad quiera elegir.


Tal vez el sitio en este palco me permite estar tan cerca de la obra, percibir la contienda y adaptarla a un monólogo, mientras observo el magnífico teatro desde todos sus ángulos, a una audiencia perpleja en la escena y esos sonidos tan intensos que también son el fiel reflejo de una guerra en la que cada uno decide quien ganará, si el bien o el mal, el amor o el desamor, el día nuevo o la muerte en solitario.


EL SONIDO DEL IDILIO



Hay algo sorprendente en El Lago de los Cisnes, un misterio que hace que cada uno entre de un modo al teatro y que, al salir, sea otro, acaso alguien más feliz, acaso más entusiasta o, tal vez, con una leyenda personal entre las manos y la vuelta a la realidad con más ganas de entender la vida loca y apurada, y el futuro y el pasado, y el presente algo más brillante y nítido que hace dos horas.


Parece que el teatro y cada uno de sus muros, arcos, palcos, butacas, escaleras y en sí, su geografía completa se estremece y observa lo que ocurre dentro de su cuerpo, y que su corazón también late, feliz, tanto como el de cada ser aquí presente. Parece que sus ojos también se llenan de lágrimas y que, en contraste, las sonrisas eternas se forman, una y otra vez, en él.

Hace tanto frío en la ciudad del eterno cielo gris. Es invierno en este lado del mundo. El Jirón Ica se alista para encender la luz amarilla de las cafeterías y los pequeños negocios locales, ya es fin de semana y todos lo saben. Y ahí, en medio del todo y de la nada hoy ha despertado un lugar con una arquitectura soñada, está iluminado por completo y ha decidido abrir sus puertas para todo el que quiera participar de la celebración por la vida.

Allá, adentro, hay una fiesta, música emanando por lo poros, hay princesas, príncipes y cisnes. También hay adultos, niños, ancianos y una coqueta y estilizada cúpula protegiendo una obra de arte que encarna el gran regalo de esta temporada.


Es hora de entrar.
Por favor, que nadie nos despierte del sueño mágico.




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