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EL COLOR DE LA ILUSIÓN

Foto del escritor: LUCY QUINTANILLALUCY QUINTANILLA

Y un viaje entre hadas hecho realidad 


“Todas las cosas buenas 

de este mundo 

empezaron con un sueño” 

-Willy Wonka -  






 Escribe Lucy Quintanilla 


El amor real se viste y convive con tantos colores y un gran espejo pintado con rascacielos de caramelo y pinceles de confite en el mundo de la fantasía.  Millones de tonalidades que van del blanco paseando, cantando, saltando y bailando entre las nubes al negro más oscuro encerrados en un túnel sin salida.  Los colores de la ternura, de la ilusión y la esperanza, de la alegría, la resiliencia y la persistencia, y sus amarillos tan luminosos, sus verdes tan animados, naturales y sensibles, sus naranjas limón y sus grises anaranjados, sus lilas coquetos y rosas enamorados y enamorando a los fucsias, chicles y morados con chispas de chocolate, menta y dulce de leche; otra vez un verde pistacho convenciendo al rojo siempre apasionado y el azul revoltoso que se transforma ahora en celeste, en azul algodón de azúcar, en un helado Pitufo, en el cielo estrellado y también en la luz que hoy ilumina la pista convertida en el escenario de “Cascanueces sobre hielo”, el clásico de navidad que llega un mes adelantado, con un gran moño de regalo y el tintineo del canto de la nieve dentro de la gran caja musical que hoy se abre descubriendo a sus míticos personajes, abrazando y besando a todo aquel que se le acerca para jugar, para sonreír infinito, para enamorarse del presente y amar la vida, ¡otra vez. 


Es diciembre en noviembre. En Lima, es verano al mediodía, otoño por las tardes, invierno de noche y en la madrugada, pero jamás primavera, aunque en realidad estamos en primavera, una muy tímida e introvertida que, sin embargo, también ha querido ser parte del sueño romántico y la estética hecha magia. Ahora, es la navidad idealizada narrando su historia favorita, porque hasta Ebenezer Scrooge y Dickens se alegran con el felizmente alborotado universo de Clara, Fritz, Drosselmeyer, los invitados y los ciudadanos del reino azucarado que bordan el halo eterno de esta pieza musical diseñada en 1891 para la danza clásica y que hoy es adaptada al patinaje sobre hielo.  Sí, incluso el Grinch sonríe, aplaude y los saluda, empapado del encanto del héroe que vence a los ratones más cómicos y cínicos del mundo, y luego suspira con aquel final feliz entre el príncipe y la princesa soñadora. Al menos, por hoy, ese forever after tan cinematográfico es absolutamente tangible, adorable y apetecible. 


 Dice Virginia Woolf que “La ficción es como una telaraña, quizás ligeramente adherida, pero todavía unida a la vida en sus cuatro esquinas”. La ficción que encierra una gran verdad y a nosotros mismos. La ficción a través de un cuento de hadas que todos sabemos que es una quimera, aunque en el fondo quisiéramos que algo, mucho o todo fuese cierto, que nuestro personaje más querido y admirado nos llevase a conocer algo completamente distinto a todo lo que nos es familiar, ¿por qué no?, romper la rutina, salir de la monotonía, entender que existen otros mundos y otros seres que, aunque sean distintos a todo lo que nos rodea, también son buenos. Es una interpretación de la historia narrando que el mundo es más grande de lo que creemos, que más allá de nuestro contexto inmediato hay tanto por descubrir y que en lo desconocido puede haber tanta riqueza...El cuento que se vuelve profundamente real y escribe que las diferencias pueden ser magníficas razones para crear algo mucho mejor de lo que tenemos...De lo que ya existe. 



LOS PRIMEROS INSTANTES 




Una carpa azul en La Plazuela de las Artes gracias a Prodartes, cuatro Cascanueces de pie recibiendo a todos los invitados, un portal principal que con letras totalmente iluminadas recita en mayúsculas “Bienvenidos”, algodón de azúcar, pop corn, golosinas y más golosinas, familias completas, niños, abuelos, enamorados y la promesa de una obra de arte en patines en tan solo unos segundos. 


La intuición susurra que la emoción está impregnada en el aire, anunciando que hoy lleva una varita mágica para tocar los corazones de todo aquel que haya elegido estar allí, para viajar en el tiempo de una leyenda bondadosa, con un extra de almíbar en el alma...Y la velocidad en los pies, las alas invisibles y los aplausos interminables. 


De pronto, las luces son cada vez más tenues y tan solo una voz nos guía hacia la entrada definitiva de este marco musical, una que nos lleva de la mano revelándonos el país de las maravillas en donde la libertad es real y también el juego, el derecho a la infancia feliz, a ser niños de verdad y permitir que aquel pequeño o pequeña interior viva por siempre en nosotros y nunca más se quede en silencio, dormido o asustado. 


En un mundo de guerras y olvido, de rencor e indiferencia, de cansancio y libertad pasajera, a veces, tantas veces, la ficción resulta medicinal, y si ésta además llega glaseada, ultra colorida y exudando vida y alegría por cada poro entonces ya no solo es una suerte estar aquí, sino que la vía de escape se transforma en un gran regalo para este momento en que estamos juntos, recordando que hay más belleza de la que a veces creemos, más bondad de la que conocemos y esos niveles de creatividad que van dejando huella y esparciendo tantas semillas especialmente en la imaginación de todos los niños que hoy son parte de esta burbuja escarchada. 



EL GRAND DESAFÍO 


El Cascanueces es una obra que fue creada para ser interpretada en la danza clásica. Tchaikovsky, ¡por siempre Tchaikovsky!, ante la solicitud de Ivan Vsevolozhsky, director de los Teatros Imperiales de Moscú, compuso la música para los dos actos que darían origen a uno de los clásicos más queridos y bellos en la historia del arte.  Por su parte, Lev Ivanov y Marius Petipa, se encargaron de la coreografía.  Petipa, el legendario maestro a quien tantas generaciones, y las que vendrán, debemos esa sensación inolvidable al maravillarnos con lo que los bailarines son capaces de narrar con sus cuerpos y rostros en escena, trabajó de la mano con el músico, indicando las necesidades de una adaptación al texto escrito por Alejandro Dumas en “El cuento de Cascanueces”, que a su vez se había inspirado en “El cascanueces y el rey de los ratones” de E.T.A. Hoffman.   


No sería difícil creer que los genios se subieron a una alfombra mágica y que juntos diseñaron la pieza que nos devuelve a la alegría alborotada y loca por vivir al máximo, y nos envuelve entre los minutos que pasan sin que nos demos cuenta por esos años en que somos dueños del tiempo, o al menos somos tan buenos amigos suyos.  Se trata de la generosidad de nuestra actitud frente a la vida por tener espacio para reír, bailar, cantar, leer, hablar, enamorarnos y dibujar el mundo con mil colores creyendo que todo es posible.

 

La compañía artística Show Arts decidió adaptar la obra al patinaje artístico y así intérpretes de Estados Unidos, Rusia, Ucrania, Inglaterra, Francia y Argentina llegaron para mostrarnos la historia a su manera, una que logra insertar por completo al público gracias a su personalidad demarcada por la sonrisa constante, tatuada en el rostro, tan natural como la obra misma.  La fusión del baile, el teatro y las piruetas de esta disciplina es la clave para que la obra que solemos ver en el escenario de un teatro, hoy se desarrolle con éxito sobre el hielo: 


Esta es una experiencia maravillosa, aquí reunimos patinaje artístico, danza y teatro, sabemos que tu expresión ante el público es muy importante para que entienda esta obra a través de tus movimientos. Por eso, hay otros elementos que también son fundamentales como el vestuario, y a veces el que es de época es más pesado para el artista, pero ellos tienen que seguir patinando, con el mismo éxito - me dice Oksana Kordiyaka, directora de producción de Cascanueces sobre Hielo. 

Las obras son un poco diferentes a las de ballet clásico. Sin embargo, ellos llevan clases de barra, también para la postura, lecciones de actuación y danza.  Por ejemplo, podrás ver que la primera parte se basa en actuar, en la segunda hay más danzas y al final más trucos.

El lado más clásico al bailar goza de tantos elementos técnicos imposibles de replicar si no se trata del género en sí mismo, por completo. Y, sin embargo, estos artistas en patines que van de gira por el mundo han logrado adaptar de forma estupenda los pasos y especialmente el aura de las piezas originales.  No olvidemos que capturar el alma de las obras es vital para el éxito final y el gran regalo de los artistas para las audiencias.  


Además, y tal vez es lo más importante y algo tan difícil de alcanzar incluso para los propios bailarines formados en la danza sobre zapatillas de punta: la naturalidad en la interpretación de los personajes que se convierte en el hilo conductor de esta narrativa.  Por eso, esta vez, ha sido muy sencillo familiarizarnos con los intérpretes en escena, lo que, aunado a temas de producción como la iluminación o la ropa diseñada para la obra, y una adaptación que ha incluido actividades tan rutinarias en los juegos infantiles como las rondas o correr todos juntos en fila india, ha dado origen a que el tiempo se evapore y la sonrisa de los que estamos del otro lado, sea una constante irrevocable. 


Además, algo que también es muy difícil para los patinadores es adaptarse a unas pistas más pequeñas, ellos deben mantener una velocidad y cuando tienen que reducirla es distinto hacerlo en pistas más grandes. ¡Pero lo logramos! - dice Oksana, que antes de encargarse de la producción fue bailarina de ballet. 

Pistas horizontales y verticales, funciones dobles con el mismo elenco, salir de un país para llegar al otro el mismo día y dar inicio a la función...Y la máxima atención en mantener los patrones de espontaneidad en cada gesto una vez que es el personaje el que está al frente.  Al final, el eje de la actitud infantil fluyó de modo muy familiar y la sencillez necesaria para creer que todo lo que estábamos viendo era posible y así romper la distancia entre la ficción y el presente cotidiano. 

 


VESTUARIO EN ESCENA 


Mil historias orales y escritas nos recuerdan por qué los artistas pintan sus obras, por qué cada tono nos puede llenar de entusiasmo y gozo, por qué los colores son casi mágicos y medicinales y pueden sacarnos de un cuadro de tristeza y ansiedad, de aburrimiento o pereza, por qué amar la intensidad de cada uno o por qué creamos un mito alrededor del blanco, del rojo y del negro.   


Esta vez, si hubo una clave en el viaje que hicimos todos juntos, artistas y público, fue el vestuario.  En “Cascanueces sobre hielo” cada personaje nos ha explicado también de qué trata esta historia a través de lo que llevaba puesto.  


Múltiples y enormes lazos satinados que con su lenguaje propio describen de qué trata esta historia, mangas globo, bobos, cintas en la cintura que se amarran por la espalda, faldas muy amplias con forma de campana que vuelan mientras sus dueñas corren, giran, saltan y siguen buscando más razones para divertirse. Los colores brillantes: el azul intenso, el lila vehemente, un amarillo profundo y el rosa efusivo apoderándose de todo el espacio, esos colores que nos remiten al entusiasmo de vivir: el cielo de verano, las puestas de sol, la naturaleza, las flores, los frutos, las plumas de las aves y todo aquello incapaz de hacer daño. Sí, los colores como el amor, la valentía, la confianza y las luces encendidas. 


El Vals de las flores entre vestidos de época, brocados, gasas de color fucsia en múltiples tiempos y telas brillando.  El uniforme del Cascanueces más azulino y rojo que nunca, los niños con camisas abotonadas al cuello, pantalones cortos y medias blancas hasta la rodilla, un estilo que en esta época resulta onírico, extraído de los libros de colección, de los anticuarios en donde suelen anidar tantas cosas bellas, cargadas de historia y calidez. 


Y Confite, interpretada por la patinadora rusa, Angelina Avdaseva, el hada invencible que es la representante máxima de este mundo surrealista, envuelta en el icónico tutú blanco. 


Toda mi vida es el patinaje – dice Angelina - me entrego por completo, patino desde los tres años y ahora tengo veintidós.  

VOLVER AL FUTURO 




Una historia inconfundible que el día de hoy aún se narra a través de la música, el ritmo y los pasos de la danza, de danza en patines, de los trajes, las miradas, las sonrisas, la complicidad y las manos explicando qué ocurre, qué sientes, qué siento y qué sentimos. Un cuento popular especialmente en Navidad, cuando aquí es verano y allá es invierno, cuando el mundo se detiene, descansa por un instante, se sienta atento y abre los ojos muy grandes porque a veces no puede creer lo que ve, y su sonrisa es tan amplia que su corazón late cada vez más fuerte y más alto, más feliz e ilusionado tarareando el regalo de Tchaikovsky, intentando saltar en puntas, buscando unos patines, deslizándose sobre el hielo, llamando a los amigos, aplaudiendo agradecido, bailando un vals suave, pacífico, lleno de luz. 


El color llama a la puerta, la ilusión sale a jugar, el brillo grita de alegría y la alegría corre a buscar a la claridad para iluminar cada rincón de aquel viaje que tampoco terminará, uno que nunca suelta la mano del júbilo y que se ha dejado embriagar por el espíritu de mirar la belleza de la vida...hasta con los ojos cerrados.  


Es el banquete que reúne a la reinvención de la espontaneidad y la curiosidad por saber cómo se construye la felicidad. 


Es el recordatorio de que algunos seres no humanos son el sinónimo de la generosidad y la pureza, del paraíso en la tierra y dentro de cada uno. 


ES LA REINVENCIÓN DEL AMOR AL AIRE LIBRE  

Y TAMBIÉN ES LA LIBERTAD ¡MÁS CAMALEÓNICA QUE NUNCA! 





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