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LA PENSATIVA DE MANCINI

Un capítulo escrito en Argentina: entre la exquisitez, la cotidianeidad y la belleza del drama



...El león y el cordero, acurrucándose.

La serpiente y el caracol, besándose.

Incluso el pinchazo del cardo, reina de

las malas hierbas,

revive tu creencia secreta en

la primavera perpetua,

tu fe de que para cada herida

hay una hoja que la cura.

-Amy Gersler

En Primavera Perpetua


Fotografía de 'La Pensativa' de Antonio Mancini (1888-1890), con su marco antiguo original. Obra maestra del arte italiano, expuesta en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. Retrato femenino de gran profundidad emocional y técnica magistral.
Pensativa de Antonio Mancini en el Museo Nacional de Bellas Artes - Buenos Aires. Argentina

Julio en Buenos Aires, hace frío, llueve distinto a Lima, hay medialunas, mates y florerías en la calle. Hay un teatro, dos, tres, diez... Hay una librería que alguna vez fue un gran teatro. "Es el paraíso", pienso, luego me doy cuenta de que hay muchos más pensando lo mismo. Hay gente leyendo en el suelo, en lo que alguna vez fueron los palcos, en la entrada al escenario que ahora es una cafetería... ¿Una cafetería con el piso de madera y el telón rojo? Sí. Por completo. Todo está allí: la cúpula, el anfiteatro, los balcones... ¡Todo! Pronto se abrirá el primer acto, y el segundo y el tercero. Y es real. Todo es real: la calle Corrientes, el Colón, sus tiendas de vinilos, pósters y postales, de moda vintage y sus musicales. 


Allí está, aunque no sabía que la conocería. La Pensativa de Mancini. Antonio Mancini, 1888-1890, dice la cartela. Una tarde nublada, una visita larga al Museo Nacional de Bellas Artes, un abrigo negro, un vestido azul, botas con tachuelas doradas y el mapa de los detalles abriendo camino. Llevo media hora de pie frente al cuadro: la mirada de la mujer entre la nostalgia y la posibilidad, la pena y la calma, la pregunta y el reconocimiento de alguna respuesta. Tantas dudas. La repentina realidad otra vez y la sensación del llanto dando vueltas; entonces, los ojos vidriosos y el recostarse, el espacio, el tiempo, la amistad con ella misma. La distancia. 


Hay más cuadros en la sala de este museo, pero en segundos todo ha desaparecido y solo queda Mancini. Y, aunque todavía no lo sé, pronto llegarán los jarrones de la dinastía Ming y estaré a punto de aplaudir de la felicidad, pero reprimiré el impulso porque no hay que hacer ruido. ¿Cómo saber que me encontraría con esta maravilla oriental? Aunque nos consideramos todopoderosos, los humanos aún no podemos predecir el futuro, incluso si nos gusta creer lo contrario... 


"La Pensativa" de Mancini, pienso. 


La cotidianeidad, la incertidumbre, el cansancio, la vulnerabilidad. Estar viva. 


La generosidad del caos, imagino. 


El espíritu de un universo más colorido. 


En un contexto histórico, social y político contemporáneo, "La Pensativa" de Antonio Mancini representa un hilo conductor entre la femineidad, las expectativas tantas veces romantizadas, la sensibilidad entre ser vulnerables y la realidad actual en la que el tiempo y la velocidad de la luz se mimetizan a extremos en donde el llamado a gritos del espacio para la reflexión, el cuestionamiento, los silencios necesarios o las pausas que, casi con furia, el cuerpo demanda, se transforman en quimeras o intentos fallidos.  


Una obra que parece contradecir la rapidez con la que vivimos hoy, invitándonos a una pausa necesaria. 


Un cuadro y el relato de una mujer y la vida cotidiana, la juventud y la eternidad aparente del tiempo que habita en el instante y que igualmente desaparecerá entre los dedos al menor descuido. Mancini y su atención al dramatismo, al congelamiento de las emociones a través del lenguaje corporal y especialmente de las facciones, cada una cargando con un peso que es brillantemente demarcado. No son los ojos: es la mirada. No es la boca: es lo que dicen los labios y las comisuras. No es la perfección del rostro: es la naturaleza física y emocional traducida entre luces, sombras y una rugosidad inherente. 


Además, se trata del lenguaje de un pintor socialmente instalado en la memoria de los personajes que él consideraba más débiles. 


La aparente ausencia de filtros en una pintura que sigue viva más de un siglo después, en un mundo actual que le rinde pleitesía a la imagen, que muchas veces prefiere santificar y creer en la ficción de las redes sociales y pasar por alto que en la vida diaria no todo es tan colorido, con tantas risas, abrazos, besos, apetecibles texturas acarameladas y perfección.  


A veces, allí, lo que abunda más bien es un gran corazón de bótox y una estrategia descomunal para olvidar que afuera hay un mundo vivo esperando, aunque allí no podamos hacer scroll o swipe up. 




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