Y el sonido eterno de la alegría
“Si estoy soñando, no dejes que despierte nunca.
Si estoy despierto, no me dejes dormir jamás”.
De la película Karate Kid 2 -
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Escribe Lucy Quintanilla
Mateo está muy nervioso, les ha preguntado a sus amigos ¿cómo fue?, ha buscado referencias y ha visto unas cuantas películas, su hermana menor ha dado un grito de felicidad y le ha enseñado cientos de fotos en Pinterest mientras que, la mayor, ha gritado de emoción y, durante una hora interminable le ha descrito cada detalle de su propia historia, con papel y lápiz para que no se le olvide nada; también ha tocado la puerta de sus amigas, de la madre de su novia y luego ha vuelto a leer la lista que hizo al principio, con todo aquello que, desde que la conoce, produce una sonrisa inmensa en el rostro de Julia, cuando la alegría se apodera de ella y entonces también de él: el chocolate blanco en el número uno, los tulipanes, las peonias y las hortensias, los colores pastel, sus mascotas Ludo, Maestro Yoda y Nutella, las muñecas rusas, las comedias románticas, el helado de vainilla y el mousse de fresa, la luz natural, bailar, dar abrazos largos y ser fotógrafa de día, de tarde y de noche, mientras duerme y también cuando está despierta.
Un sábado de verano han ido a caminar por la playa y han llevado a Ludo con ellos, el sol ha sonreído mucho y le ha pedido al cielo que tenga un celeste profundo, travieso y que lea un poema en voz alta para ellos, que están allá, abajo, con los pies sobre la arena y el mar que juega emocionado con cada uno. El camino tibio, la voz del agua, el viento jugando con paciencia, el dorado en la piel, la libertad total, la paz interior, la sonrisa una vez más y respirar hondo, muy hondo. Mateo se ha quedado callado y le ha pedido a Julia que lo espere un momento, se ha ido corriendo con Ludo y ha prometido que no tardará ¡nada!
Julia no puede evitar reírse con la imagen y asombrarse al ver a Mateo volver con un gran ramo de tulipanes lilas, rosas y amarillos, y especialmente la capa azul de Superman que lleva Ludo sobre su espalda, y ¿qué es eso que tienes en el hocico?, ¡Ludito!, ¿qué traes?, a ver, chiquitín, ven, ¿qué es eso? El perro se acerca moviendo la cola y le entrega una bolsa de regalo que contiene una fotografía de los enamorados, la primera polaroid que se tomaron juntos, en el reverso un mensaje escrito a mano “Somewhere only we Know” y, al lado, una caja con un enorme lazo blanco. Julia levanta los ojos y mira a Mateo, ábrela, le pide, ella desata el listón y encuentra un huevo de Pascua, de chocolate blanco, decorado con una corona de pétalos coloridos. Ábrelo, por favor, repite Mateo, adentro tiene mousse de fresa, insiste. Julia lo mira sin entender nada, más sorprendida con cada segundo que pasa, lo conoce, sabe que está nervioso. Mateo se ha vuelto a quedar en silencio, expectante, al lado de Ludo que ladra contento y que también espera que descubran el postre y así encontrar alguna maravilla. Es sencillo retirar la capa de encima, ha sido estratégicamente preparada así, en el interior hay otro huevo, parecido, pero más pequeño, repite la escena, encuentra otro, más chico aún, nuevamente retira la capa superior y así llega al último, es enano pero precioso, más que todos los demás, Julia separa la última “primera capa” y encuentra un anillo, con una nota que desenrolla y lee en voz alta: “Hoy es un buen día para quererte mucho, igual que todos los días, y cada vez más. Yo no puedo mirarte sin sonreír y no necesito cruzar las estrellas para encontrar la paz. Hoy es un buen día para celebrar que cada año somos más felices, entre tanto chocolate, entre celestes y verdes, maratones de cine y tan seguros de que los próximos perros se llamarán Mr. Bean y Papaya...”
Hay más en esa nota, mucho más que las propias palabras. Mateo no logra contener las lágrimas por tanta emoción, mientras que Julia lleva horas respondiendo que sí, que siempre sí y sí y ¡sí!
Ludo también festeja, encantado, tanto alboroto radiante, tanto entusiasmo y la música de la vida.
LA NOVENA DE BEETHOVEN
“La música, como todo en la vida, evoluciona”,
dice Carlos Johnson, el director de la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú durante una reunión inolvidable con el Coro Nacional y el público, para la legendaria pieza que es una oda a la esperanza.
El Gran Teatro Nacional más despierto que nunca, un foyer que, por un momento, se ha quedado a solas, los asistentes que terminan de llegar y esperar atentos, los artistas reunidos en la antesala a la apertura del momento exacto, el camino hacia el escenario, las luces tenues del backstage en medio de su oscuridad natural, un violín sobre una silla, las risas entre amigos, los saludos efusivos, las coordinaciones finales...La vida antes del monumental viaje que emprende vuelo en tan solo unos minutos a través del universo de una pieza que es patrimonio de la humanidad.
Esta también es la historia de un artista que rompió todos los esquemas de su tiempo, que fue en contra del status quo, que antepuso evidenciar la intensidad de las emociones a través de los sonidos y la libertad para expresar todo lo que sentía y aquella lluvia de ideas que latían tan fuerte en su mente y en su espíritu, totalmente conectados. Beethoven representa no solo a uno de los músicos más importantes de la historia, sino que él en sí mismo es una perfecta analogía con la búsqueda constante, el cuestionamiento de los hechos, la ruptura de los cánones establecidos, la creatividad entre la prueba, el error, la obsesión con la perfección y la curiosidad como fuente de energía. Y, desde luego, la persistencia ante algo que para muchos ya habría quedado descartado.
La Novena es una sinfonía que, trasladada al presente, nos habla también de la evolución de los seres humanos, de los animales, de la naturaleza y de los objetos sobre los que el tiempo va dejando huella o los reinventa en un nuevo ser. Aquel sistema de cambios que transforma nuestra piel y, algunas veces, nuestro ser interior. Nada permanece estático, si eso ocurriera tal vez llegaría la putrefacción, como en el caso de las aguas que no avanzan más, que detuvieron su curso por completo y así se volvieron inservibles y venenosas.
La metamorfosis, en este caso, como un himno a la vida en permanente renovación, en constante estado de creación, de una imaginación tan fértil que es capaz de originar alegría donde ya no la hay, donde se extingue de a poquitos. Donde hubo muerte y dolor ahora hay experiencias nuevas, gratitud por las oportunidades estrenadas, nuevos ecos de confianza y también hay acceso a reciclar lo magnífico del pasado para darle paso a un presente con sabor inesperado, inesperadamente delicioso.
“Esta obra marca un hito en la historia de la música y él es posiblemente el compositor más revolucionario de todos los tiempos, porque cambia todos los estándares que existían hasta ese momento, LA MÚSICA COMO TODO EN LA VIDA EVOLUCIONA, PERO LA EVOLUCIÓN FUE DE CUATRO ESCALERAS Y NO DE UNA GRADA. Arriesgó muchísimo y marcó una gran diferencia con todo lo que existía hasta entonces. La Novena de Beethoven, uniendo las voces del coro con las cuatro voces principales representan EL HITO MAYOR, LA OBRA QUE MÁS CONSAGRA A ESTE COMPOSITOR. “
DESCIFRANDO LA ALEGRÍA
Ocho de la noche de un martes en diciembre, pronto llega la Navidad y esos instantes que intentan ser el sinónimo de nuevos atardeceres y amaneceres de amor y también de paz. Ocho de la noche en la capital, la fiereza de la calle y un teatro totalmente iluminado, un lugar para cobijarse entre las notas de una invitación musical a ser un poco más feliz cada día. Un teatro lleno de visitantes con sed de arte y la mejor forma de celebrar el cumpleaños número ochenta y cinco de una orquesta nacional que hoy revela la pasión de los músicos, su profundo amor hacia lo que hacen y lo que les indica el instinto, por encima de cualquier reto inesperado: tocar para darle más vida a la vida, tocar coleccionando belleza en la memoria, tocar para una audiencia que ha venido a encontrarse con Beethoven en cada uno de ellos y lo que emane de sus instrumentos.
Una cita para enmarcar, rescatar y abrazar profundamente a la alegría y todo lo que eso significa.
La alegría y su capacidad para perdonar, para ponernos en el lugar del otro, para entender, para alcanzar la libertad, libertad de pensamiento, libertad en nuestras emociones, libertad en nuestras manos para dejar de hacer, y de hacernos, daño y con ellas construir algo mejor. La alegría de seguir en el camino, aunque el destino parezca todavía tan lejano y el sendero, tantas veces, esté lleno de piedras, de charcos turbios, de desastres naturales, la misma senda que traza un paso a paso tan sensorial en el que siempre es posible encontrar múltiples cosas buenas, nuevo entusiasmo y sensación de logro.
“Es la esperanza en que las personas en algún momento reconsideraremos nuestros errores y se compondrá esta humanidad que solo vive agrediéndose. Esta sinfonía fue compuesta para evitar las guerras y Beethoven tenía la esperanza de que en algún momento el ser humano recapacitaría. Nos estamos destruyendo y esta obra es actual, está vigente porque busca eso”, dice Martina Jara, cornista de la Sinfónica Nacional.
La alegría del amor, esa palabra infinita que es el motor principal para levantarse, para hacer, para construir y seguir creando, una vez más. La alegría y el amor, el amor y la alegría, dos nombres que encierran todo lo contrario a la destrucción, a las guerras, a la insensibilidad, a los ojos que ven, pero son ciegos y los oídos que escuchan, pero son sordos. La alegría y la felicidad, que no son lo mismo pero que hoy, y hace casi doscientos años y, tal vez, en muchos siglos más, continuarán levantando los brazos para agradecer que pueden compartir, para siempre, un lenguaje glorioso, único, entablado entre tu corazón y el mío, el de ustedes y el de nosotros, entre las almas y los pensamientos limpios de tanta maldad, la corrupción derrotada y una gramática audible capaz de conmover hasta las lágrimas y entablar una conversación mediante los sonidos.
- En un contexto global de conflictos armados donde en este momento se está dando una guerra estridente, terrible, que es la de Palestina, precedida por la de Ucrania. Situaciones que lamentablemente algunos las sienten como muy lejanas pero la realidad es que todos somos humanos y las noticias son profundamente dolorosas. Por otro lado, están las otras guerras, en una época post Covid las guerras internas que cada uno enfrenta. En ese sentido, ¿qué representaría una novena de Beethoven a nivel musical, a nivel conceptual, en un contexto social global como el actual? - le pregunto al director de la orquesta.
- Uno piensa que el arte es una actividad espiritual paralela a todo lo que sucede en el mundo, en la política, en las querellas bélicas de la historia y no es así. Hablemos solo de Beethoven, de la Tercera Sinfonía que inicialmente estuvo dedicada a Napoleón, por el espíritu revolucionario que tenía y porque lo veían como una figura política, como un salvador, un innovador contra la monarquía. Sin embargo, Beethoven le quita la dedicación a Napoleón, por supuesto no pudo cambiar la estructura de la obra, sigue siendo Heroica, una pieza que representa un espíritu transformador por el pueblo. El compositor nunca fue ajeno a la actualidad, a las situaciones del presente de esa época. Sabemos que no solo era amigo de otros músicos sino también de literatos, de pensadores, de filósofos y claro que ese es el símbolo de esta obra que definitivamente está influenciada por aquel mensaje- observa, Carlos Johnson.
Las palabras convertidas en pentagramas para apelar a la solidaridad, a la calma capaz de abrir nuevos caminos, a crear más colores entrañables para comunicarnos y a revolucionar nuestra existencia cómoda a lo largo y ancho de un planeta muy cansado, uno que destruimos día a día, con la incomodidad contemporánea necesaria para rescatar las formas de la bondad, las texturas de la alegría real, la iluminación de la verdad y el conocimiento fusionándose con aquel espejo que un día creó un hombre llamado Ludwig Beethoven.
LA NARRACIÓN DE LA VIDA
Suena a búsqueda, a que estoy sentada en un jardín, a que estoy corriendo con miedo, buscando, ¿qué busco?, todo, ¡todo! BUSCO Y ENCUENTRO. Busco alegría, paz, movimiento, gente, vida, vida y más vida. Suena a vida, a que ésta nunca termina, a que soy fuerte, muy fuerte, me recuerda a mi madre, a esa vida que nunca se detiene y que, a veces golpea, quizás no quiere hacerlo, pero golpea y llora, a voces llora, a eso me suena. Pero, también susurra que me detenga un momento para TOMAR AGUA y me recuesto en el pasto y tomo aire y NUEVAS FUERZAS para volver a correr y a recordar mis sueños. ¿Y cuáles son tus sueños? Parece que todo lo que me rodea, los árboles, el cielo, el agua, los animales...la vida que me mira con sus ojos grandes, risueños, generosos y me dice ¿CUÁL ES?, ¿CUÁL ES TU SUEÑO? Y los observo, y todos están atentos, esperando una respuesta.
- Viajemos en una cápsula del tiempo...Si tuviera la oportunidad de encontrarse con Beethoven por esta Novena Sinfonía, ¿qué le diría?
- Gracias. Le diría, ¡gracias! La música es el 99% de mi existencia e interpretar, como violinista o como director, cualquier obra de Beethoven, es una experiencia emocional increíble. De modo que solo me quedaría decir, ¡GRACIAS! - responde el director.
El viaje pronto terminará. Un concierto que cierra este capítulo a finales de un año que, como él, ha llenado su agenda de altos y bajos, de calma y estremecimiento, de bienvenidas y despedidas.
“Escucha hermano
la canción de la alegría.
El canto alegre
del que espera un nuevo día.
Ven, canta, sueña cantando,
vive soñando el nuevo Sol.
En que los hombres
volverán a ser hermanos”
Casi doscientos años han transcurrido desde su estreno en 1824. En el año 2023, alguien en el público está cantando, luego son dos, luego diez, cien, doscientos y entonces, de pronto, el teatro entero entona al unísono y en voz alta el poema de Friedrich Schiller convertido en esperanza y en un ruego al cielo para que tanto dolor alrededor termine, para que tantos niños sean libres en lugar de seres arrancados de la vida real y que sus mundos se agrieten hasta quebrarse por completo, en millones de pedazos, sumidos en el terror, el sufrimiento y la soledad. Una oda a la alegría y a todos sus gemelos: el amor, la paz, la fe, la paciencia, la tolerancia, la generosidad voluntaria, la honestidad, el perdón, la valentía... Schiller como un idealista a raudales para muchos, como un ser humano de carne y hueso para otros.
A mí me encanta que el público de alguna manera participe, romper la distancia en la que el músico no habla, no tiene contacto y hace su trabajo en su cápsula sonora mientras los demás están presentes comiendo snacks. Quiero, más bien, acercar al público al escenario. CREO QUE ES JUSTO porque todos escuchamos, todos somos partícipes de lo que ha escrito un compositor hace doscientos años. La idea era que los asistentes participen de este aniversario de la Sinfónica y tener la alegría del mensaje positivo que da la música con estas páginas de Beethoven, compartido por todos nosotros: el director, los cantantes, instrumentistas y la gente que ha escuchado la obra. Tenía que ser un chispazo y lograr que digan “qué pena que ya no podemos seguir."
Este es el teatro más bonito del mundo en este momento, porque dentro de él, hoy, ha brotado la felicidad, más alegre que nunca, por unos minutos muy largos, ha llegado cantando alto muy alto, ha entrado tocando un piano, un violín, una flauta y también un contrabajo. Hoy, la felicidad ha elegido ubicarse frente a todos sus amigos e indicarles qué toca ahora, por dónde ir, cuándo subir, cuándo bajar.
Y la dicha ha explotado en aplausos, en gritos de emoción, admiración y agradecimiento, porque hoy ha podido vivir cantando y soñando un nuevo sol en donde es posible que los hombres vuelvan a ser hermanos. ¿Por qué no? Tal vez haya que empezar por casa, esa que habita en cada uno de nosotros.
La pasión de Carlos Johnson ha impregnado la gran sala con su intensidad, con la mano derecha sostiene una batuta mágica y con la izquierda su brazo se ha vuelto una extensión de la primera. La revolución del sonido ha impregnado cada ángulo del Gran Teatro Nacional y a todos los que escuchamos, y observamos, el fenomenal desenlace con las últimas notas de La Novena.
Hoy, la alegría está orgullosa de su libertad absoluta. Sus pies han recorrido el infinito del tiempo y sus huellas han dado vida a la naturaleza, a los besos y abrazos, a la inocencia bailando y cantando, y a las sonrisas eternas porque, en estos instantes, el mundo es mejor.
Schiller
“Ode an die Freude”
“Oda a la Alegría”
Alegría, ¡hermosa chispa de los dioses
hija del Elíseo!
¡Ebrios de ardor penetramos,
diosa celeste, en tu santuario!
Tu hechizo vuelve a unir
lo que el mundo había separado,
todos los hombres se vuelven hermanos
allí donde se posa tu ala suave.
¡Alegría, hermosa chispa de los dioses,
hija del Elíseo!
¡Alegría, bella chispa divina!
Gracias por acompañarme en este viaje literario a través del arte y la cultura.
AQUÍ encontrarás más noticias sobre uno y mil temas totalmente artsy que espero te motiven a seguir buscando más y más.
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