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UN LAGO DE AMOR

Foto del escritor: LUCY QUINTANILLALUCY QUINTANILLA

Tantas veces Amor


"Mantén el amor en tu corazón.

Una vida sin amor es como un jardín sin sol cuando las flores están muertas.

La conciencia de amar y ser amado trae una calidez

y riqueza a la vida como nada más puede hacerlo."

- Oscar Wilde -




Escribe Lucy Quintanilla



¿De dónde viene el amor? ¿Y la maldad? ¿Y los celos, la envidia, la ira, la venganza?


¿De dónde viene el amor? ¿Y la confianza a ciegas, la esperanza, la amistad, el perdón?


¿De dónde viene el amor?


¿De aquí? ¿De allá? ¿De ti? ¿De mí? ¿De los dos?



¿DE DÓNDE VIENE EL AMOR?


Una niña de siete años me dice que de un pajarito que canta todos los días “tempranito” en la ventana de su dormitorio, donde hay un árbol “grandototote” y se queda ahí, quietecito, silbando y con su vocecita delgadita. De allí dice que viene el amor, porque ha visto que cuando canta su pecho se infla y se pone gordo y su garganta a veces tiembla, y mira hacia el cielo y su piquito también mira al cielo, donde está Dios y las nubes, y la luna y el sol.


Una anciana de ochenta años dice que el amor llegó un día cuando todavía era muy joven, tenía dieciocho años y apareció con forma de muchas flores, de todos los colores, una carta escrita a mano, un dibujo muy feo de ellos dos, aunque ella todavía lo guarda y me lo muestra, es el retrato más feo de todos, se ríe, pero el más lindo del mundo entero. El amor que hablaba suave y que así permaneció por siempre hasta que se quedó dormido, un día de abril. El amor que tenía dos ojazos color café y que la miraban como si nada más existiese, hoy. El amor fue toda la pena que sentí cuando él murió. El amor es toda la esperanza que tengo en volverlo a ver. El amor es toda la alegría que siento junto a mis nietos. El amor es mi gato que siempre está conmigo y es el almuerzo que preparo para mi familia todos los viernes y domingos. El amor es la música que escucho en un teléfono que me ha regalado mi hijo mayor, no sé usarlo bien pero no me quejo, escucho esas canciones mexicanas de las películas que me encantaban cuando empecé a ser madre, y todavía puedo bailar, aunque nadie lo crea. Bailo por dentro y recuerdo, y las fotografías también son el amor y todos los amigos que ya no están.


El amor, me dice uno de mis mejores amigos, tiene treinta y ocho años, no sé bien qué es. O no, a ver, sí sé. Son esos días que salgo a correr temprano, los viajes que hago por voluntad propia y no por trabajo, es poder caminar, tener dónde dormir y qué comer, es la sonrisa de mi madre cuando voy a verla y esas tardes en que una conversación simple se transforma en horas de horas y más horas. Es mi padre que siempre está leyendo y que busca cualquier excusa para que vayamos a tomar un café en ese restaurante que existe desde que él era menor que yo, al que fui por primera vez siendo niño y que todavía huele a madera, a clásico y a bebidas calientes. El amor son todos los planes que tengo, eres tú que nunca paras de hablar y por eso te quiero más, porque siempre aprendo algo nuevo a tu lado, no sé de dónde sacas tanta información y cómo resiste ese cerebro al que no le das descanso...El amor llegó hace años y se fue entre lágrimas en un aeropuerto, sin querer irse realmente, no pudimos cumplir la promesa de volver a vernos en solo unos meses, pero todos esos días junto a ella fueron eso, el amor.


Vasco tiene doce años y dice que el amor es su perro, Napoleón, que también tiene doce años. Lo estaba esperando en casa cuando su madre volvió del hospital luego de que él naciera. Sus padres aman a los animales y acordaron que sus hijos crecerían con uno desde el primer día, y así fue. Napoleón es un anciano ahora, pero para él no hay nadie más importante en el mundo que yo. Ahora camina gracioso y tiene muchas canas, pero me conoce mejor que nadie, no sé cómo lo hace, pero sabe cuándo estoy enojado, triste o cansado, también cuándo estoy contento o si tengo hambre. Dependiendo de cada momento él también reacciona, me acompaña o me deja un rato solo y se queda echado en la puerta, mirándome de reojo, o me trae su pelota para hacerme reír un rato, o me lame la mano o los zapatos para que me tranquilice, o me quita la mitad de mis golosinas cuando veo una película y le gusta echarse en mi cama, según él a escondidas de mi mamá. Sí, él es el amor y quisiera que se quedara conmigo para siempre.


Será que el amor está representado por el agua, cristalina, pura, bondadosa que esta vez ha elegido un lago para abrazar la vida, para besarla, para crear seres que al igual que ella calman la sed y representan la fuerza que empuja a todo el que se cruza en su camino. Hay un cisne, es más divino que terrenal, precioso, inocente, delicado, frágil y está lleno de esperanza. También está herido. Hay dos cisnes, tres, cuatro, diez, cincuenta o cien, todos refugiándose en el precioso gran cisne que ha surgido primero de aquellas aguas encantadas. Odette. Se llama Odette.


EL LAGO DE LOS CISNES


La compañía del Ballet Municipal de Lima ha decidido presentar, por segundo año consecutivo, “El Lago de los Cisnes”, la obra maestra de las artes que llega en medio de un invierno que parece otoño, a veces las mañanas de verano y otras las tardes de primavera. Quizás siente que solo puede ser invierno de madrugada, cuando nadie lo ve. Quizás es el mejor momento, será que siempre lo es, para que la más bella de todas las piezas de la danza clásica cobre vida en aquel teatro expectante de gente con hambre y sed de paz, de amor, de esperanza y conocimiento, el gran Teatro Municipal de Lima que abre sus brazos largos y buenos, una vez más. Una tarde en el Centro Histórico de la capital, unas horas de viaje al pasado, al presente y también al futuro, porque nunca vuelves a ser el mismo después de ver esta obra.


Maya Noriega es uno de los icónicos cisnes, hoy tiene función y a sus veintiún años, ha crecido en una familia dedicada al ballet. Ahora, intenta poner en palabras todo lo que este remolino llamado Lago significa para ella:


“Este es un gran clásico y una de las primeras obras con las que conecté desde pequeña. Fue el gran reto de querer bailarlo, de querer estar ahí, ser uno más de los cisnes, una mini Odette y tener el placer de poder hacer el gran Lago de los Cisnes”.

Dicen que no puedes amar lo que no conoces, entonces será que cuando tus ojos ven por primera vez una maravilla, siendo todavía muy pequeño, tu amor por la vida toma un rumbo distinto, uno nuevo en el que la ilusión te supera y quieres formar parte de ese mito que, en el fondo, sabes que se puede hacer realidad.


Sin embargo, la vida se descubre a cualquier edad y una pieza como esta puede llegar y posarse frente a ti cuando menos lo esperas. Entonces, ¿por qué amamos El Lago?, ¿por qué amar El Lago?


"Esta es una obra sencilla de seguir, hay todo un hilo conductor que te permite avanzar con la historia. Sin embargo, no se trata solo de ver bailar a un grupo de personas, hay múltiples sentimientos depositados por los bailarines, es el esfuerzo que día a día le vamos poniendo junto a los maestros. Y claro, la música está a flor de piel.

A mí me pasa que cuando estoy en escena me olvido de todo, en ese momento soy un cisne más, no existe nada alrededor, es algo mágico."


La historia de Odette y el príncipe Sigfrido, el amor romántico, el amor pasional, el amor que añora, que espera, que siente cómo late el corazón y ríe el alma, ese amor que tiembla con la sola idea de que todo se desmorone, el amor que abraza, que besa y confía en que la victoria es posible.


La historia de Odile y el príncipe Sigfrido, el amor que lastima, el amor irracional, el amor que engaña, el amor que no es amor, que es tóxico, ausente y superficial; cruelmente adictivo, a veces; construido sobre un suelo movedizo y una atmósfera decadente porque, aunque ésta simule tener muros sólidos que evocan la felicidad, en realidad es solo un laberinto sin salida.


La historia de los cisnes que, como Odette, han perdido su autonomía y la vida se ha quedado sin rumbo fijo. El amor convertido en amistad, también en vulnerabilidad, en complicidad y en un guiño a la unión y al cuidado mutuo. El ser vivo convertido en refugio para los demás, capaz de dar sombra, calor y calma. Capaz de luchar con todas sus fuerzas para atravesar por esa metamorfosis que lo hará libre, totalmente libre.


La historia de una obra que guarda un secreto que es un grito a voces, un estallido desesperado y repleto de algarabía, como un bufón al que solo se le puede amar, travieso y coqueto, en eterna celebración del momento, pícaro y bailarín, entregado a la sorpresa de cada instante, ¡grandiosos segundos que no quiero dejar escapar! Un secreto que se propaga por todos lados y que habla de la incalculable capacidad que tenemos los seres humanos para crear vida, para perdonar y perdonarnos, para amar y amarnos, sí, a nosotros mismos, y por eso ser capaces de escuchar, mirar y extender la mano hacia los demás, sean humanos o no. Esa amplitud para reconocer donde está el principio y dónde el final, para tocar nuestra propia oscuridad y elegir ponerle fin, para abrir las ventanas y dejar entrar tanta luz como podamos, recuperando nuestra esencia original, esa que es linda porque sí, porque así se gestó nuestra existencia.


Ésta, además, es la historia de una obra de arte que habla de otras obras de arte. Porque en sus cuadros evoca la fotografía, la pintura y la ilustración de cientos de versiones inspiradas en el grupo de cisnes que ansían su libertad, esos que cuando cruzan la línea de bambalinas recuperan su esencia humana y vuelven a formar parte del mundo que va a pie. Esta pieza que viene revestida por los sonidos salvajemente perfectos, creados con la vida entera por Tchaikovsky, allá, por 1875, aunque es posible que ni él mismo supiera la grandiosidad que encerraba su obra. La música que es un lenguaje paralelo, que te narra la historia de forma explosiva, erizando tu piel y la de todos los mortales, e inmortales, que descubran El Lago de los Cisnes. Es la melodía, es el ritmo, es la armonía que te hablan del miedo, de la fragilidad absoluta, de la victoria total, de la pérdida, del temor de que te vayas, del miedo a que te quedes, del no me quiero dirigir hacia allá, quiero permanecer aquí, contigo, conmigo, de pie, en libertad y sin que esta espera tenga que ser eterna. Esos sonidos que atrapan al público y a los artistas y que se han convertido en un personaje más de este clásico. Los sonidos que dirigen nuestras emociones y pensamientos por un universo cargado de matices, de color, del negro y el blanco, de contrastes desmedidos y la realidad que siempre aparece de golpe, ¿la realidad o la ficción? En todo caso, bendita utopía que se siente en cada poro absorbiendo al máximo la historia narrada en esos bosques que se han convertido en los amigos más fieles de todos.


La gran obra que le abre paso a los efectos cinematográficos, a las técnicas del teatro y que coloca el nivel interpretativo que deben tener los bailarines en el podio de las prioridades, cuanto más exquisito más alto será el nivel logrado por una compañía de baile. Esa misma obra que permite que la literatura siga conquistando la imaginación de millones de lectores en todos lados. La arquitectura de la escenografía, la arquitectura de los grandes teatros que albergan la pieza. La arquitectura de la vida.


¿Por qué amar El Lago?


¿Por dónde empezar?


Serán los personajes, la música, la historia de fondo, el vestuario, la coreografía, la búsqueda de la perfección guiando todas las intenciones...



LA VIDA QUE FLORECE


Esta es una obra emblemática. LAGO ES LAGO Y ESTÁ EN NUESTRA PIEL Y EN NUESTRA SANGRE. Es parte de cada uno - comenta, Guadalupe Sosa, maestra de la compañía.

Las lágrimas caían de emoción ante un cisne que movía la cabeza, los brazos y los pies sobre un escenario y bajo las luces artificiales estallando sobre su figura. Era un ser real, con alas de carne y hueso, con la mirada perdida en el paisaje y el gran sueño, a punto de hacerse realidad, de recuperar una vida que ahora puede ser más bella aún, porque hay algo nuevo para ella cuando vuelva a ser una mujer real.


“Mi amor por El Lago de los Cisnes ha sido un amor paciente porque se ha construido a través del tiempo. Siempre sentí que el perfil del personaje era diferente al mío y que quizás, por eso, sería inalcanzable para mí. Pero cuando lo interpreté por primera vez, terminé de amar esta obra porque me hizo sentir que podía con todo después un proceso lleno de retos. Es un ballet bellísimo y la música es de las más maravillosas en el universo clásico. El personaje representa un desafío muy grande para cualquier bailarina, entonces el haberlo visto tan lejano y el que me haya costado tanto ha hecho que lo ame de una manera distinta. Se trata de lo que este papel me hace sentir y en lo que me ha convertido. Luego de esa primera temporada ME HIZO SENTIR QUE PODÍA CON TODO, ME LLENÓ DE FUERZA.” - me dice Luciana Cárdenas, la primera bailarina que esta temporada llenó el teatro con una interpretación exquisita del cisne blanco.

Todos somos uno, dice la maestra Guadalupe Sosa que también fue bailarina del Ballet Municipal de Lima.


Todos los cisnes han sido hechizados, todas hemos pasado por lo mismo, todas representamos a Odette y el hecho de que seamos iguales en algún punto, hablando a nivel coreográfico, técnico y emocional, es lo que te hace sentir el amor inmenso por la obra. Como maestra es un súper reto porque tratas de dar lo mejor y aunque la perfección no exista, siempre quiero que todo quede impecable, que veamos lo mejor de todos los bailarines y, por eso, hay que tomar en cuenta que esta obra, técnicamente hablando, es difícil. Además, artísticamente el nivel interpretativo es clave y ese es otro gran desafío para todos.

El escenario se ilumina y los cisnes entran corriendo. Entonces, nuestro universo se llena de gozo y la ilusión se multiplica por infinito. Las princesas siguen bailando en el palacio, con sus vestidos del color del arcoíris, buscando cada una el amor real, a su manera. Los príncipes ya no cazan cisnes, porque ellos piden clemencia, no la muerte, sí, los príncipes ahora tienen un corazón más blando y ya no destruyen la vida sino que la dejan correr, como el agua de ese lago que nuevamente aparece cristalino, puro y bueno, dulce y pacífico, divertido y capaz de enamorarnos a todos.


Es la vida buscando más vida.

Es la naturaleza que triunfa.

Es el amor inundándolo todo.


Es el momento de dar las gracias porque ha llegado un regalo cargado de oxígeno, del entusiasmo que florece y de los latidos de una obra que está más lista que nunca para enamorarnos a todos, una y mil veces más, y otra vez y una más.


Amor. Tantas veces amor.

Tantas.

Tantas veces amor.



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