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UN POEMA LLAMADO AMAZONÍA

Foto del escritor: LUCY QUINTANILLALUCY QUINTANILLA

Actualizado: 15 nov 2022

Y LA PROMESA UNIVERSAL DE LA ALEGRÍA



Siento nostalgia por lo verdadero de las cosas.

Por la pureza de las gentes.

Por la desnudez de mi paisaje y por mis amigos. El hombre...no fue creado para esta artificialidad. Hay una imperiosa necesidad de volver a la tierra. Palparla, olerla”.

- César Manrique

Pintor, Escultor, Arquitecto





Escribe Lucy Quintanilla


Intento descifrar en una sola palabra lo que cientos de seres humanos hemos experimentado a lo largo y ancho de siete días, en el alma, en el cuerpo, en la mente y en cada rincón escondido que ha despertado ante la magia del arte expresada desde los poros del Ballet Folclórico Nacional del Perú, unos cargados de amor y pasión por la vida y que esta vez han viajado hasta las raíces de la Selva peruana para darle al mundo un regalo titulado “Retablo Amazónico”.


Una sola palabra... ¡Una sola palabra para tanto! Es imposible. Podría ser épico, único, maravilloso, atemporal, solidario. Podría ser amor, pureza, felicidad, vida, historia, color, luz, perdón.


O, quizás Billy Elliot tenga la respuesta precisa:

¡ELECTRICIDAD!!!

En lo más profundo de unas tierras benditas existe un reino misterioso, mítico y magníficamente generoso. Es un hogar en donde la libertad, la paz y el entusiasmo juegan, saltan, vuelan y corren, cantan, danzan, silban y ríen a carcajadas, se abrazan, se besan y vuelven a brincar, a buscar más milagros aquí y allá, en medio de la inocencia de un bosque que sonríe grande, muy grande, de los animales inhalando y exhalando aire puro, del sonido de las aguas felices sobre la tierra fértil, del sol brillando cada día más, poderoso y justo y de las gotas de lluvia anunciando lo mejor de nosotros: la posibilidad de crear, de ayudar y compartir, las ganas de vivir, de inspirar, de cobijar y construir algo inmortal...Para los que vengan. Para los que se vayan. Para los que regresen.

El poderío de los cuerpos sobre el escenario se ha desplegado con una intensidad creciente, en tanto las danzas de alabanza a la naturaleza y los sonidos de ésta dosificando toda esa energía que brota y brota hasta el éxtasis, le abren paso a la ternura y la nostalgia a través de la voz de Olinda Silvano, artista Shipibo-Konibo que ante las luces imponentes y un público atento entona un ícaro, aquel canto amazónico sagrado que nos describe la posibilidad de respetar y cuidar, de recordar y también de ser plenamente conscientes de las oportunidades que podemos dar y recibir.

Nuestra Amazonía es bella,

Llena de bosques y plantas medicinales como el Ayahuasca.

Nuestros lindos animales como el loro, el guacamayo, el tucán y los monos,

son hermosos.

Cuidémoslos.

Abriendo el mundo maravilloso del Kené

Maya Kené

Xao Kené

Nuestra energía, nuestra sabiduría van bordando con la mano

el Kené hermoso de nuestros ancestros.




TODO COMIENZA AQUÍ

GRACIAS, GRACIAS Y ¡MIL GRACIAS! - son las palabras iniciales en la oración de Fabricio Varela Travesí, Director General y creador del Retablo Amazónico

Cada día, antes de que la función inicie, el elenco completo se reúne para dar gracias, por tanto, abrazados en un solo ser que cierra los ojos, inclina ligeramente la cabeza y se conecta con el origen de todo, de cada uno de ellos, de nosotros y de esa obra de arte que se ha creado para destilar amor y que en unos minutos estrenará su última función.


Lo bueno cuesta, lo bueno te hace sufrir, lo bueno hace que te esfuerces, lo bueno te hace patalear, jalar, gritar, darte cabezazos contra la puerta. Eso es lo que ha hecho este Retablo Amazónico porque ha costado tanto para que salga y no me refiero a lo económico, sino que, a nivel general, hemos tenido muchas cosas en contra y, sin embargo, ha sido el retablo más satisfactorio. LO QUE CUESTA MÁS ES LO QUE PERDURA MÁS Y LO QUE AMAS MÁS.

Fabricio le da gracias a Dios e inicia un Padre Nuestro que todos recitan desde sus sitios. A pocos metros del backstage y del escenario el círculo se ha cerrado tan solo para abrirse nuevamente en medio de aplausos, gritos de emoción y de la complicidad que se verá reflejada por completo frente a una audiencia hambrienta y sedienta de felicidad.


Llegamos a nuestra última función en esta temporada - les dice el director - ¡esta ansiada temporada! Hemos esperado tanto hacerla y en un momento mágico llegó a su fin. En estos días hemos vivido en carne propia la alegría, la felicidad y la pasión que conlleva nuestra profesión, en medio de ese contacto con el teatro, de nosotros como artistas dentro de un escenario y también como seres humanos haciendo sinergia unos con otros para proyectar eso hacia el público, que a su vez tiene toda esa energía que percibimos y así se crea una atmósfera maravillosa...

En el año 2020, tras meses de preparación y mucho trabajo, a dos días de su estreno, el Retablo Amazónico sería cancelado y pospuesto por casi tres años, una pandemia cerraría sus puertas y lo silenciaría...tan solo por un momento. Porque llegaría un jueves 3 de noviembre del 2022 y con él una de las mejores piezas de danza que se hayan presentado alguna vez en el Perú.


Esta vez, la idea de una compañía que baila se superó a sí misma pues logró crear una narrativa en la que también el teatro, la música, el canto y los efectos audiovisuales del cine cobraron protagonismo y confluyeron con el activismo medioambiental, la diversidad, la inclusión, el respeto por las tradiciones culturales y el homenaje a uno de los espacios geográficos más importantes de todo el planeta Tierra: la Amazonía.


Hay mucho que celebrar y la mejor manera de lograrlo es haciendo lo que nos apasiona y lo que sabemos hacer que es ¡PONERLE FUEGO A ESE ESCENARIO!

UNA AMAZONÍA QUE QUIERE VER Y SER VISTA


En el backstage los bailarines terminan de alistarse, la ropa está seleccionada y colgada en perchas que revelan colores brillantes, mucho flúor en fucsias, verdes, amarillos y rojos; plumas artificiales, lanzas, coronas, alas y trajes colmados de estampados y una vez más, tonalidades que rememoran los colores de la naturaleza en verano y primavera, cuando el sol lo matiza todo y sus rayos iluminan las hojas, las flores y el azul de un cielo que jamás se cubre ni se empaña. Mucha textura, volúmenes y el arte Kené presente en todos lados, desde el vestuario hasta la gráfica desplegada en las pantallas gigantes del escenario.




Los sonidos de la naturaleza han llegado hasta todos nosotros, la voz de los animales cantando y conversando en su propia lengua, apacibles y en su hábitat; la música del agua, el misterio de la naturaleza real, la danza desde el detrás de bambalinas al ritmo anunciado del manguaré, las mujeres cazadoras y el grito de los guerreros en una Selva que sobrevive por la forma en que sus habitantes se relacionan con el territorio y todo lo que en él existe.


La lucha con el cuerpo y con los sonidos guturales, yo puedo, tú puedes, ¡todos podemos!, las danzas homenajeando el triunfo y la oportunidad diaria en la que vivir está por encima de sobrevivir. Un espacio donde el conocimiento proviene de la experiencia ganada y lo que te enseña aquel contexto sabio y perfecto que jamás se equivoca, que no es humano sino divino y que siempre tiene las respuestas. Amazonía que ofrece cobijo y protección para quien la acepta, la ama, la respeta y, por eso, no la lastima...Como ocurre con todo y con todos.


Hay mucha fuerza en el ambiente, la fiesta está servida y la sensación de poderío aumenta con el paso de los minutos.


¡Bienvenida realidad!


LA MALDAD HUMANA, BRUTAL, INCOMPASIBLE Y DESTRUCTORA


Pero la belleza del amor real, de las mujeres y hombres tan libres, de las comunidades que avanzan con aciertos, errores, aprendizajes y nuevas caídas, nuevas lecciones y los recursos naturales abundantes y generosos...Nada tan inocente y hermoso parece ser un motivo suficiente para conmover o frenar el olvido, el desprecio o las ambiciones injustificadas de aquellos que no pertenecen a esta realidad.


Así, aparece el veneno de la deforestación, de talar tus árboles a diestra y siniestra, de matar todo aquello que te rodea, de cortar sus cabezas, sus brazos, sus pies, de desangrar los árboles y a los animales, de silenciar sus cantos, sus voces, de cegar sus ojos y enmudecerlos para siempre, de romper sus rodillas, de traumar el alma de tantos mientras perciben como todo aquello ocurre y olvidar lo que hice al minuto siguiente. No importa si ensucio tus aguas, si las tiño de negro y si no tienes qué beber, si tus ríos ahora ya no cantan, sino que lloran y aúllan de dolor, si tu viento ya no te da oxígeno sino un brutal y hediondo dióxido de carbono, si tu cielo raso ahora se tiñe de un gris forzado, de oscuridad, de la noche permanente en un lugar que solía despertar tan temprano y anochecer tan tarde. No, el sol está agotado, sus rayos se van apagando y, tan solo por un segundo, ha olvidado su poderío esencial.


Una escena en la que todos están celebrando y, de pronto, los gritos de amenaza van llegando, más y más fuertes, los sonidos del pavor, todos corren, huyen porque saben que ellos se van acercando, vestidos de negro, sí, de las tinieblas descaradas. Solo ella ha quedado de pie, sorprendida, una mujer joven que trata de luchar contra aquel petróleo que envenena su mundo, observa a un lado y al otro, trata de escapar y también de enfrentarse al mal, se arrastra, gatea, se levanta, la envuelven, sigue luchando, pero ellos son demasiados, son más fuertes, todos contra uno solo, contra una sola y la rodean, la encierran, le demuestran todo su poder y así, envuelta en su amado Kené levanta las manos hacia el cielo, la atacan, la vuelven a atacar, la humillan hasta que, finalmente, la violencia brutal ha vencido. Es el infierno en medio del idilio.


La mujer ha caído, ha sido derrotada.


Y aflora la añoranza, la tradición del Ayahuasca que intenta salvarla, hacer florecer su alma, lograr que ésta se vaya en paz con lo que hizo, con lo que consiguió. Entonces, ella se levanta y hace el último recorrido por su amada Amazonía, y aparecen aquellos seres mitológicos y otros tan reales, el delfín rosado, las plumas de arcoíris, los felinos, ella que también es una sirena, una sirena azul, una sirena rosa y sus alas vuelan libres, estás en casa, te lo prometo, estás a salvo y ahí va el papagayo, gracioso y gentil, un árbol feroz que promete cuidarla, un espíritu blanco. Libertad, libertad, ¡libertad! Y el abrazo y los besos en la mano y la despedida final de todo lo que has amado siempre.


“Si vivimos a través de la naturaleza, estamos en armonía con la vida”- recita un verso en una de las pantallas del gran Retablo.

Y así, le dice adiós a la Amazonía, que también es su madre, su abuela, su hermana, su hija, su mejor amiga.


Se ha ido.


El silencio que ha traído consigo la muerte y el dolor punzante de una historia inconclusa penetra en nuestros imaginarios como un aguijón contundente, cortante y permanente, como una punzada macabra, de un brutalismo tan real que nos recuerda un fenómeno aberrante que ocurre en todo el mundo, ese llamado deforestación, en medio de una naturaleza viva que suplica por ayuda, para que tus manos y las mías se detengan, que ruega por un espacio para respirar en paz, porque muere de sed, de hambre y porque tiene miedo, pavor ante lo que le hacemos, porque el dolor físico que atraviesa es atroz y nadie parece entender su idioma. De pronto, todos nos hemos vuelto sordos y ciegos, ajenos totalmente a lo que la Tierra nos implora que entendamos.


Por favor... ¡Por favor!


Por un instante, el mundo se ha detenido en medio de las luces oscurecidas en el escenario y ella, allá, arriba, que vuelve al suelo, a tender su cuerpo que ya no respira, a guardar su corazón que ya no late y a dejar el recuerdo de esa voz que ha sido silenciada, para siempre. Una vida que ha partido antes de lo esperado, que ha luchado tanto por defender su espacio y que ha sido devorada por el espeluznante poder de la codicia humana.



LA VIDA LLENA DE VIDA Y NADA MÁS IMPORTA


Y aparece una niña, una nueva líder, una nueva oportunidad que ahora aborda la ciudad. Y, con ella, renace la alegría de vivir y volver a crear, a veces desde cero.


Es el turno de las pandillas y las celebraciones que marcan la cúspide de una noche que nos devuelve las risas y las sonrisas. Y los aplausos reaparecen y el sonido de “Mujer Hilandera” desde la gran orquesta que también va pintando de colores ese escenario vibrante. Y ahí están todos, preparándose para los carnavales y las danzas alrededor de la Humisha. Ellos y ellas que solo buscan celebrar entre bailes típicos y la participación de todo el que quiera disfrutar. Shorts de colores, camisas estampadas con flores, tops ceñidos y leggins con figuras de leopardo, bermudas denim y camisetas con mucho turquesa, amarillo, rojo y nuevamente la Selva en la piel.


- ¿Cuál es la escena más impactante para ti, esa que te hace viajar en el tiempo?
- Son muchas, pero la escena donde está la orquesta tocando con las proyecciones flúor inspiradas en Ashuco y entonces llega el ballet, comienzan a bailar, se levanta el tul, salen las chicas y ¡es increíble! ¡Ese es el éxtasis total! Las chicas con esas sonrisas y sí, hasta ese detalle que es tan importante, la sonrisa, la mirada de ellas cuando aparecen en ese momento es importantísimo. Además de la música, de la coreografía, del vestuario, los audiovisuales, esa mirada, esa sonrisa que no es cualquier sonrisa, está muy bien ubicada en ese momento. Es el arte de estos bailarines espectaculares. Ese momento para mí es impresionante. La mirada y la sonrisa de los humanos que están ahí es también parte de esta magia y tú lo notas. Salen y lanzan esa mirada, se levanta el tul y la gente se vuelve loca. Y ya cuando aparecen los chicos, es el reventón - me dice entre sonrisas Pepe Corzo, Director de Arte.

Aquel tul se ha levantado para que emerjan las mujeres más bellas del universo, entre botas blancas hasta la rodilla, de tacón altísimo y plataformas, mini vestidos fucsia ultra ceñidos y con un hombro descubierto. Se trata de la sensualidad de la mujer amazónica citadina que se mueve al ritmo de las sirenas de carne y hueso, de las diosas que dan vida y que bailan para conquistar al mundo entero, logrando que aquel cabello negro larguísimo deje huella y siempre se busque más y más.



Ellos, indescriptibles, porque las palabras no alcanzan para explicar lo que estos seres proyectan en escena. La imagen del hombre latino, esta vez representado por aquel que ha nacido en la Selva peruana, emanando poder por cada espacio que su cuerpo le permite junto a la música permanentemente tentadora de “Ya se ha muerto mi abuelo”. Con pantalones blancos y camisas coloridas también mueven piernas, caderas y brazos, hombros, pies y manos con esa sensualidad tantas veces solo atribuida a las mujeres pero que aquí, hoy, les pertenece a todos.


El conjunto total es un imán absoluto para los asistentes que ya empiezan a ponerse de pie porque su cuerpo les pide bailar junto a los íconos que están allá, arriba, en la preciosa caja donde las luces van y vienen sin parar.


Pepe Corzo comenta sobre el trabajo de investigación y registro que hace más de uno en el equipo que forma esta compañía y cómo siente que todo eso, en conjunto, ha logrado que el efecto de esta obra sea poderoso.


- Entonces, dirías que hubo mucha exigencia por parte de cada eslabón - le pregunto.
- Sí, definitivamente sí, ¡todos somos unos chancones! Y, por eso, el Ballet Folclórico Nacional es reconocido y en un país como el nuestro que tantas veces ha renegado del folclor. Sin embargo, en los últimos años el folclor ya no es sinónimo de algo aburrido o antiguo y ese es uno de los logros del ballet dirigido por Fabricio Varela. Tienes ese prejuicio y un día, desde que ves por primera vez a este grupo dices ¡qué tal poder! ¿Cómo pueden llevar a ese nivel de espectacularidad las cosas que tenemos? -responde tan orgulloso.


UN RETABLO AMAZÓNICO, UN RETABLO INMORTAL


- ¿Cómo han logrado alcanzar tales niveles de libertad, euforia y felicidad desde la compañía hasta el público?
- Esa es la Amazonía y eso lo aprendí estando allá, que lo que a ellos les agrada lo hacen suyo, ellos toman las cosas de lo que ven, del día a día y lo vuelven algo propio, son libres, son espontáneos, son alegres, es gente sincera y eso es lo que se ha vivido aquí. El resultado final es porque la gente conectó con el retablo, con esta cosmovisión amazónica y esta forma de ver la vida, por eso el público la asumió y el logro final del espectáculo es esa libertad. Es mágico. Ellos son almas libres y eso es lo hermoso y la magia que ha ocurrido en el teatro - dice, Fabricio Varela.

Hace diez años se abrió por primera vez esta caja mágica llamada Retablo. Tras veinticinco temporadas, aquél dedicado a la Amazonía llegaría como gran cierre para celebrar la cultura de una región peruana tantas veces olvidada, aunque sea un auténtico edén para la vida humana, animal y vegetal.


Hablar de arte es hablar de los seres humanos, unos que crean una narrativa y otros que la interpretan; unos que desde sus necesidades, cuestionamientos, búsquedas e intereses inician un diálogo sobre algún tema y otros que, por las mismas razones, traducen lo planteado y así lo divulgan. En medio de esa interpretación se dan infinitas oportunidades de aprendizaje constante, de intercambios profundamente enriquecedores y se abren nuevos caminos para la tolerancia, la curiosidad, el respeto por las diferencias, la apertura de perspectivas y así se entretejen historias entre el pasado histórico, el presente creativo e innovador y tal vez, un futuro en constante reinvención.


La música permanece eterna y se vuelve monumental gracias a una orquesta tocando en vivo, liderada por Eddy Sánchez, Director Musical de este grupo de hombres y mujeres que en segundos levantan a todo el mundo presente, y quien sabe si también al ausente. Son las trompetas, la batería, las maracas, las guitarras, los timbales, los bajos y tanto más. Es el volumen que sube y sube, los aplausos que se elevan y se elevan y los gritos de alegría que resoplan al techo del gran teatro, llegando literalmente hasta el cielo y volviendo hasta la audiencia que, en este momento, se ha vuelto la protagonista absoluta de una obra en la que, inicialmente, eran los artistas los elevados a las estrellas. Esta vez, “Cariñito” es la canción elegida para cerrar las puertas del Retablo Amazónico.


Lloro Por quererte Por amarte Por desearte


Una señora de sesenta años sale de su asiento ubicado en la mitad de la fila para que, ahora, de pie sobre las escaleras hacia el escenario, pueda moverse con plena libertad y bailar, bailar y ¡bailar! Levanta los brazos, gira, aplaude de un lado al otro y mueve la cabeza mientras la cumbia peruana sigue sonando. Una niña de cabello largo viste de rosa y emula una coreografía sobre el sitio, al lado de su mamá que la sigue a la derecha y a la izquierda, ¡y otra vez! Un hijo ha sacado a bailar a su madre, una preciosa anciana que está en primera fila y, tomados de la mano, van girando lentamente, al ritmo de ella que zapatea sobre el sitio.


Ay cariño Ay mi vida Nunca, pero nunca, me abandones cariñito Nunca, pero nunca, me abandones cariñito


¿Cómo una obra de arte puede lograr tanto? ¡Tanto! ¿En qué momento? ¿De dónde proviene la magia?


Quizás no haya una respuesta exacta o quizás sí. Puede ser la técnica casi perfecta, aunque probablemente no. Puede ser el mensaje potente que enmarca la pieza...puede que sí. Acaso el significado y la energía formidable de una cultura entera...Nos vamos acercando. O será el trabajo tan pulido de una Compañía en la que los artistas se han exigido al máximo, hasta lograr fusionar la forma y el fondo...


La respuesta probable es la intersección de todos esos elementos, el gran encuentro en una sola entrega. Aunque, siendo precisos, cierto es que la música lo logra y lo mueve casi todo.


De este modo, las escaleras se han ido llenando de más gente que quiere bailar ya no solo en el lugar asignado. Se trata de un concierto en donde ahora también los celulares forman parte del enamoramiento, ¡porque hay que inmortalizar el momento! Así es que más aplausos al ritmo de Cariñito, más brazos arriba y abajo, más curvas con el cuerpo y con el alma, más cantar sin parar, a viva voz, y más y más, más carcajadas, más risas cómplices, más miradas que hoy sí brillan. Ya no importa que nadie se conozca entre sí, si has ido solo o acompañado, en grupo o de a dos, no interesa si tienes siete u ochenta años, si hay mil cámaras y todos te ven o si nadie te observa. En estos segundos lo único que vale es ser feliz, es sentir que el corazón te va a explotar de alegría, que todo merece la pena, que Perú es divino, que su cultura es divina y que, en una sociedad tan quebrada y desigual, a veces, es posible reconstruir y tener esperanza

Los personajes del Retablo Amazónico finalmente se han despedido.

Sus puertas han sido cerradas


La última nota ha sonado.


Y el grito del público ha explotado de júbilo incondicional.


Es el éxtasis provocado por el arte.


GRACIAS, GRACIAS Y ¡MIL GRACIAS!

- Así iniciaba Fabricio Varela, hace dos horas, su oración de agradecimiento a Dios, antes de salir a escena. Y seguro dijo las palabras correctas porque el resultado, esta vez, ha sido la perfección electrizante, total e indestructible.




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