SATISFAXXXIÓN en tiempos de tabúes y silencios
En una de las calles que antaño resultaba una de las más bonitas y sofisticadas de Lima, ahora el movimiento a lo largo de sus cuadras sigue siendo placentero pero la compañía no siempre es la más amigable o apetecible pues, abarrotada de autos, microbuses viejos que destilan nubes grises, combis de rally y otros vehículos peruanos que siempre parecen conducirse un tanto enojados, la aún práctica Avenida Conquistadores, nos lleva, en puntillas y mirando hacia los lados hasta Foreplay, un sexshop, o mejor dicho una tienda de artículos y juguetes sexuales que presenta SATISFAXXXIÓN, la más que interesante exposición de Dani Gil, Larissa Merzthal y Cristias Rosas que, aunados a la curaduría de André Pereyra Reiss nos introduce, por un momento, a la ruta y movimiento encarnados en la masturbación femenina.
Y por alguna razón me viene a la mente la famosa canción de Julieta Venegas y Jarage de Palo, sensual por genética en cada una de sus notas, El Listón de tu pelo, me repite su estribillo contagiante:
Suelta, el listón de mi pelo
desvanece el vestido sobre mi cuerpo
y acércate a mí.
Beberás, el perfume de mi piel
deslizando una rosa sobre mi cuerpo
provocando amor…
Pero esta vez el tema no es de a dos, sino de a una, con una y para una.
Y en tiempos de frecuente y a veces brutal violencia femenina en nuestro país; de marchas por que no haya ni una sola víctima más representada por miles de mujeres gritando que por favor %niunamenos; de constante búsqueda mundial por la igualdad de derechos laborales entre hombres y mujeres; de expectativa por la igualdad sexual entre los géneros sin tabúes ni restricciones; de sociedades aún conservadoras con algunos protagonistas sociales que se sienten acaso intimados, acaso violentados, acaso fastidiados o enojados, o acaso sorprendidos con muestras claras y abiertas que no solo exhiben imágenes relacionadas con la sexualidad sino que invitan al diálogo y a la ruptura del silencio y un pudor hipócrita proveniente de múltiples tabúes sociales impuestos desde la más temprana niñez.
Entrar a una de estas tiendas aquí aún significa esperar discreción, cautela y tranquilidad. No da lo mismo encontrarte en la puerta con una de tus amigas o contemporáneos, que con la mamá o el papá de uno de ellos.
Así es que, partiendo de la ruptura del canon medianamente establecido aún en nuestra sociedad ultra religiosa y por ello constantemente censuradora, las muestras de distintos artistas en Foreplay guardan íntima relación con la libertad de expresión absoluta, sin reparo ni condenas. Claro está, aún resulta complicado pensar y esperar que una de estas exposiciones se abra, a pecho abierto y triunfante solo por ser expuesta y poder contar una historia, en alguna de las galerías de arte más representativas de la capital.
La lectura es legible y la censura pisoteada ante el cuidado de los trazos expuestos y la narración respetuosa a través de las imágenes y fotografías trabajadas con una técnica que juega entre lo realista y lo virtual, la profundidad de la realidad con la intervención de lo imaginario a través de líneas visitantes que sellas el tiro final en estos cuadros que lo que más atesoran es el placer.
Hay misterio y emociones, literalmente, a flor de piel. Hay realidad y también el poder de la imaginación tras la cortina de la creatividad que expone la fuerza del momento estático a través de un contexto expresado en colores pasteles contrastando con amarillos y azules eléctricos que formarían la metáfora perfecta para indicar aquello denominado éxtasis.
Desde el principio
La espontaneidad de Jhoel Mamani nos introduce en este corto recorrido de placer nada accidental. Dos mujeres de rostros preciosos por la unicidad trazada en cada una de sus facciones, ya no dependen de sí mismas pues, como indica el breve prólogo de Julio Hevia en esta marcha, masturbarse es la “acción por la cual un presente se conecta con todos sus ausentes”. Y esa ausencia origina los ojos cerrados y la probable concentración máxima que en sí misma parece arrojarse al vacío de una meditación enfocada en el yo primero, segundo y tercero.
Ahora la realidad ha desaparecido, las nubes son rosa, de algodón o de fuego, no dejan de avanzar y recorrer el mismo camino que las aguas en las que están depositadas ambas mujeres y los vaivenes de sus olas parecen interminables, intermitentes y totalmente dinámicos, con picos y caídas, nada se ha detenido; los peces saltan cada vez más alto y las observan y los seres mitológicos las acompañan también, ellas han perdido todo control de la percepción de lo concreto y acaso el autor ha querido enunciar algún símbolo de pecado invitando a una gran serpiente que las envuelve, criatura de colores tentadores que se van gozando en purísimos tonos blancos y sugestivos púrpuras. La femineidad en los rostros y cuerpos es inevitable, las curvas, el peso de las formas, la fuerza de la mirada detrás de los ojos cerrados, los labios delatores de satisfaxxxión y los cabellos como uno de los símbolos máximos de velocidad, aceleramiento, movimiento atropellado y revolución momentánea.
Un cuervo rosa atraviesa solo con la cabeza una pared blanca, el pico muy abierto y la cabeza inclinada hacia arriba. Un elemento censurador si es que no cómplice. Quiere penetrar y no puede. Quiere ser oído y no lo logra.
Ellas, han traspasado las puertas, ventanas, techos y suelos de la realidad.
Ellas, están en una dimensión que solo aquellas conocen.
Acto Segundo
“Aceptar la diversidad de formas físicas humanas, sin regirse a los arquetipos tradicionales de perfección o cánones de belleza permite a la persona vincular su figura como punto propiciador de complacencia…Este conjunto de piezas abordan la cotidianeidad del erotismo y la expone ironizando los prototipos implantados de belleza a lo largo de la historia”.
André Peryra Reiss
Olvídense del canon establecido de lo que es hermoso en una mujer y lo que no. Aquí se evidencia la celebración de las diversidades femeninas desde el color de la piel hasta los largos del cabello, el color de la intimidad y las formas del cuerpo de una, dos, tres, millones o infinitas féminas de todas partes.
Ellos son un equipo ventilando lo que muchos aún callan por aquí. Así, Cristias Rosas tiene la autoría de retratar a las musas en el momento preciso de auto satisfacción. Mientras tanto, atentamente Larissa Merzthal sigue sus pasos muy de cerca y en un estricto equilibrio desequilibrado de ilustración digital interviene la fotografía inicial interpretando el placer en ecos lineales que son maleables a los tiempos de las mujeres en acción. Entre ambos han logrado un firme discurso que conduce a la imaginación por el camino de la interpretación, que es invadido a su vez por las técnicas de una percepción que procesa la información y la interacción constante con una escena de abrupta y guerrera paz.
El cierre por ahora
Dani Gil y su trío de dibujos en puntillismo para evidenciar, como continuación y cierra de esta muestra, la intimidad genital interpretada en la similitud con la flora, buscando romper el castrante estigma aún existente en nuestras sociedad cuando de cuerpos, sexo y sexualidad se trata.
En medio de la que probablemente es la sociedad latinoamericana más conservadora y propiciadora de tabúes con respecto al cuerpo, a lo correcto y lo incorrecto, al machismo y la perpetuación de estímulos y excusas religiosas para cubrir lo que en consecuencia es la ruptura de la independencia y la libertad emocional y mental para tomar decisiones sexualmente responsables, surge esta historia narrada por diversos autores que, sin miedo a expresar explícitamente la sexualidad femenina en su punto cumbre de exploración y explosión, logran mostrar con sofisticación, respeto y sin eludir la innato en nuestras creencias más intrínsecas, aquello que es sinónimo de libertad total.
A por ello
El lenguaje de las obras es sencillo y aún así, logra alterar el pensamiento cotidiano establecido en el “de eso mejor no hables”, y levanta la atención de ambos ojos y de la mirada cerebral y sensorial también.
Ellas son ellas, hacen lo quieren porque así les apetece y piensan lo que les urge para iniciar la llamada inaplazable de sus cuerpos. Ellas son ellas porque nadie les quita la posibilidad de reiniciarse una y otra vez en sí y por sí mismas. Ellas son ellas porque no piden permiso para conocerse por primera vez, otra vez. Y una vez más, ellas son ellas porque saben dónde comienzan y dónde terminan sus cuerpos, por dónde ir y por dónde venir, qué esperar y qué no, que cuestionar y qué postergar, qué habrá después, mañana y tal vez.
¿Otra vez?
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