“Knowledge is love and light and vision”
― Helen Keller, The Story of My Life
“El conocimiento es amor, es luz, es poder ver”
― Helen Keller, La Historia de mi Vida
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Un libro representa siempre una primera vez. Y aún si lo vuelves a leer, por segunda, tercera o décima oportunidad...Siempre será la primera vez. Un nuevo primer encuentro. Una primera experiencia para quien eres hoy, y ya no ayer, y quizás mañana.
Los días pasan muy lento y simultánea, e irónicamente, a veces te queda esa sensación de que el tiempo vuela...aunque no se lo pidas.
Los silencios crecen, dentro y fuera de ti. Son días de confinamiento involuntario y también por voluntad; por valentía e igualmente por miedo; por dolor ajeno y asimismo por la alegría de despertar un día más “libre del virus”; por la esperanza cada vez que las puertas se cierran, o que un ladrillo parece tener el peso de mil; por el acercamiento que no pediste y que todo lo que hace, a cada minuto, entre esas cuatro paredes, es regalarnos aprendizaje constante.
Y entonces llega una palabra mágica, la palabra cómplice, aquel término que te permite hacer múltiples viajes fuera de “tu país” (ese que habita dentro de ti) y te regala una serie de emociones, experiencias y conocimientos que te abren las múltiples puertas y ventanas de las que estás hecho, allí arriba, en ese rincón llamado cerebro, aquí al centro por donde seguro camina tu alma, allá a la izquierda donde late tu corazón y en quien sabe qué otros rincones de tu cuerpo formados ahora de letras e imágenes, gracias a esa divina palabra llamada LIBRO.
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Es el #díadellibro, soy escritora y periodista cultural, y hace dos años elegí dedicarme a lo que mejor hago a tiempo completo: escribir, aún con toda la incertidumbre que eso podía representar. Y hoy quería compartir con ustedes lo que esta pieza célebre significa para mí. Después de vivir tan intensamente en los últimos dos años, ya no sé si un libro habita únicamente en un formato que tiene un inicio y un final, una página primera...y una página de despedida oficial. He aprendido a entender que lo que nos envuelve son las historias, no los formatos, pues ellas son las que hablan, las que tienen una voz, las que te cuentan algo que no sabías, las que te dan permiso de entrar, por un momento, en una vida que no es tuya...o tal vez sí. He aprendido, además, que hay historias en revistas, periódicos, redes sociales, blogs y otros formatos que también son libros, solo que, sin una pasta, una portada especialmente diseñada o un número de páginas que tocar con las manos, o que definir con la mirada.
Es como pensar ¿qué fue primero? ¿El libro o la historia que lo habita?
No tengo claro cómo empezó este viaje para mí, fue con los cuentos de hadas en libros llenos de dibujos preciosos, coloridos y tan vivos que me permitían ingresar por un momento largo en su espacio de ensueño. ¡Perrault, aún estás hecho de pura magia!
Y así, un día, de pronto, esos contextos dejan de habitar únicamente en los formatos físicos para pasar a la vida cotidiana en frases que hacen que todo te quede clarísimo. “¡No mientas porque te va a crecer la nariz como Pinocho!”. “Hazle caso a tu mamá sino te va a comer el lobo”. “No inventes historias como el pastor mentiroso sino ya sabes que nadie te va a creer nada”. “Apúrate, antes que te den las 12”. O “No sean flojos como la cigarra”. Del mismo modo, ocurría que aprendía a distinguir entre lo “bueno” y lo “malo”, a complementar los valores enseñados en casa o en el colegio, a definir gustos y a encontrarme en algunas historias, y en otras también. Sin embargo, el tiempo tiene un peso y su espacio te almienta de conocimiento si es que lo permites, y todo eso ahora te lleva a dejar que el tiempo pase y a decidir por tus propios aprendizajes y experiencias que lo bueno y lo malo es relativo, que no hay blanco ni negro perfecto, y que a veces los grises, y los mil matices, encajan mejor contigo.
Entonces la niñez pasa y siendo adolescente descubres a Los Tres Mosqueteros como tu primer gran clásico y te enamoras de la historia, se te pone la piel de gallina llegando al final y encuentras datos sobre la amistad que no tenías tan claros; se te parte el corazón con Mi Planta de Naranja Lima; vas descubriendo el amor dramático con Shakespeare y un día llega a tus manos el nombre del que será tu escritor favorito en castellano, Alfredo Bryce Echenique y su adorable Un Mundo para Julius, y de pronto todas quieren ser Susan Linda y tan solo por un libro eres más realista al entender la sociedad tan llena de diferencias en la que vives, y entiendes los privilegios que tienes y la literatura se vuelca, como aire puro, a tu vida por completo.
Y el tiempo sigue pasando y estudias en un colegio en el que te mandan a leer un día sí y el otro también. Y así, descubres progresivamente nueva poesía, drama y narrativa; y lees sobre el amor, el desamor, los viajes alrededor de la tierra en un determinado espacio y momento, los viajes de un gigante a un universo de seres en miniatura, las cartas de una adolescente que vivió en tiempos de terror europeo y conoces a un escuálido anciano que ama las novelas de caballerías y enloquece creyendo que tiene que cumplir una misión oficial, que adora a Dulcinea y descubre la amistad a través de un gordito llamado Sancho. Y te vuelves idealista, y tus amigas se convierten en tu mundo, y tienes tantas preguntas, búsquedas e ilusiones por encontrar y crear un universo en el que has aprendido a creer desde hace ya más de quince años.
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Sigues creciendo y ya nadie te indica qué leer, al menos no siempre, los textos de la universidad son distintos, ya no tienen rasgos tan literarios y así, un nuevo género entra en tu vida: el ensayo; todo demanda mayor debate, análisis y por fin puedes dar tu opinión de manera más crítica. Un día, ya solo escribes y escribes, pero decides que jamás, ¡nunca! escribirás sobre Política ni Economía, sin imaginar que tu primer trabajo será en La Bolsa de Valores de Lima. Y en ese camino universitario, en tus primeros 20s, encuentras libros de Alberto Eco, Foucault, Norman Mailer y lees, y lees, y sigues leyendo a García Márquez, a Vargas Llosa y también libros sobre bulimia y anorexia. Y otro día, un profesor que es muy místico te rellena de libros diferentes a todos los que habías consumido antes, y entre esos títulos están los textos de un brasilero llamado Paulo Coelho. Aún recuerdo mi primer encuentra con El Alquimista, fue un flechazo a primera vista, y aún recuerdo que cada vez que lo he vuelto a leer siempre ha sido una experiencia distinta (y maravillosa).
Se acaba la uni, se acaban los 20s, cometes errores, uno, dos, diez, veinte mil millones treinta y cuatro...Y después de esas equivocaciones, un día te enamoras por primera vez en tu vida, ya no de un libro, sino de un metro noventa y cuatro que habla con un tono distinto al tuyo, es tu mismo idioma, sí, pero son costumbres tan diferentes, culturas tan diversas y, sin embargo, se adoran y la vida es perfecta. Tú hablas en idioma “Literatura” y él habla en idioma “Arquitectura”. Tú adoras el arte y él adora cómo adoras el arte y, solo por eso, se empapa contigo de arte y más arte, y más y más, arte a los poros, arte hecho vida, hecho amor, hecho ahora. Y ambos viven en la cuna del movimiento cultural a nivel global, una preciosa ciudad llamada Londres, hecha también de puro arte. Y los libros han pasado ahora a un idioma distinto. Lees entonces sobre Peter Zumthor, y te enamoras de su filosofía y ¡sueñas con que algún día lo entrevistarás! El arquitecto genial, tan genial. Y encuentras historias sobre Frank Lloyd Wright, Mies van der Rohe, Frank Gehry, Norman Foster y es por eso que cuando llegas a Barcelona tienes sed de saber más sobre Gaudí. Entonces, en la misma ciudad, recuerdas a Lluís Domènech y todo te queda clarísimo cuando entras al Palau de la Música y tu mundo entero se ilumina, ¡es precioso!. Y, aun cuando sabes que tienes que partir, te queda pendiente visitar el estudio de Alvar Aalto en Helsinky y ya no puedes parar.
De pronto, el paraíso lleno de olor a flores, cielos rasos y vientos cálidos que siempre soplan a tu favor, se convierte en el infierno más oscuro jamás contado por Dante. Y lees a Dante, y también a Neruda pero como lloras prefieres dejar un momento sus poemas de amor. Encuentras un libro que siempre te acompañó desde que lo descubriste, es Oscar Wilde y su inigualable Retrato de Dorian Gray. Llega también Santiago Roncagliolo, ya lo has leído, pero ahora quieres más, entonces coges Pudor y La Pena Máxima, vuelves a morir de risa con Óscar y las mujeres y los títulos ya no descansan.
Y las aguas emocionales por momentos siguen turbias, has cruzado el mundo de regreso y no tienes nada claro. Y tu madre te habla de un libro que se llama Los diez secretos de la felicidad abundante, y en esos días sin respuesta escuchas primero la historia por YouTube, y descubres el poder de los audiolibros, y se vuelven una adicción, y el anciano chino protagonista de esa historia te ayuda a que dejes de llorar tanto.
Y se te da por perseguir los títulos de Adam J. Jackson, y por más que buscas no sabes cómo conseguir Los diez secretos del amor abundante, y no lo encontrarás, y no lo venden en tu país, ni Amazon lo entrega allí. Y cuando has pensado que es casi (casi) imposible ¡lo encuentras! Y ha pasado más de un año, y has aprendido a entender que todo pasa por algo y que el contenido de ese precioso texto ha llegado, por fin, en el momento perfecto, o uno que va camino a ser el ideal.
En el proceso tienes que dar un examen, en otro idioma, demandante como ninguno, que te exige niveles abrumadores del dominio de una lengua que no es la tuya, pero tienes una meta, y eres brutalmente persistente y practicas, y vuelves a practicar y sigues practicando, y todo ese training lo haces a través de distintas lecturas “obligatorias”, no es literatura, no vienen en “formato libro”, pero en la perseverancia una lectura trata sobre historia, la otra sobre economía global, una tercera sobre medio ambiente, alguna te habla de las telas y su producción en la India, alguna distinta sobre cómo aprenden los sordos y los ciegos, por acá esas que dicen cómo nos enamoramos y así, tu lunes a domingo incluye contenidos sobre un sinfín de temáticas. Y así, sin haberlo previsto, aún sin examen, ya no puedes parar porque has descubierto cien mil mundos paralelos, e incluso cuando tus puntajes han sido altísimos y ya no tienes ninguna evaluación a cuestas, algo se ha generado en ti, algo que durará para siempre, lo sabes y desde hoy...no puedes dejar de buscar por tu cuenta.
Y le das a los artículos científicos con todas las ganas, y la Harvard Business Review se vuelve un manual para ti, y la MIT Sloan Management Review es otra fuente de aprendizaje que te fascina, y la revista Bloomberg tiene un sentido narrativo para cada historia sobre ciencia, medicina o lo que fuere que jamás hubieses imaginado que se podría lograr, no a esos niveles tan exquisitos. Y las conferencias hechas Ted Talks son un día a día, y a través de ellas encuentras nuevos textos, nuevos autores y explicaciones a-lu-ci-nan-tes. Y entre que sales a vivir con amigos, familia, vuelves a viajar, sales en datings, ninguno funciona, vuelves a probar y entiendes mejor al sexo opuesto y a ti misma...Los libros, los ensayos y los artículos son sangre corriendo y navegando por tus venas.
Y encuentras a Bryan Tracy con su genial forma, hiper sencilla, de narrar las cosas. Y un día, de repente, alguien te parece inmaduro y algo loco y no repites más su canal en YouTube pero otro día, caminando por Lima que siempre anda desquiciada, aunque tan linda es ella, encuentras su libro, y te da curiosidad, y por un momento te das cuenta que lo has subestimado, entonces te llevas Psicología del Éxito de Mario Luna y la vida vuelve a dar un giro, y amas el texto, lo respetas, lo valoras a raudales, lo entiendes, lo pones en práctica y haces de la pieza un libro de cabecera mientras sigues leyendo a Jane Austen, Alice Munro, Kafka, Kundera, regresas a Jane Eyre y siempre, ¡siempre! a Being a Writer, tu joya descubierta en el Barbican Centre londinense.
Y escribes una, dos, tres veces. Y las semanas pasan y sigues escribiendo. Haces literatura, eres periodista cultural, trabajas como investigadora y ahora das talleres de redacción creativa bajo un sistema innovador, te invitan a dar conferencias sobre arte y redacción, y tu mundo se ha vuelto un constante descubrir a través de la Literatura y el Arte. Y te encanta. Y te encanta nuevamente...Y te vuelve a encantar.
Quisiera escribir todos los títulos que han marcado mi vida, y que me han permitido sentirme más fuerte cuando la soledad y el silencio entraron en mi mundo. O todos esos textos que me acompañaron durante mis viajes, descubriendo nuevas culturas, gente maravillosa, costumbres tan distintas a las mías, perspectivas tan diferentes y por eso grandiosas. Incontables historias descubiertas en librerías increíbles, dentro y fuera de mi país. Libros que me hicieron entender, y aún lo hacen, el amor, la vida, la familia, lo que hago, las decisiones tomadas y que solo puedes querer a los demás si primero aprendes a quererte a ti mismo. Libros de genios que hablan sobre otros genios. LIbros que me han acompañado en los momentos más felices, en los más tristes, en los estallidos de rabia y en las alturas de la tolerancia absoluta.
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Quisiera detallarles todos esos títulos, pero hacerlo en un solo artículo es casi imposible.
Por eso me atrevo a sugerirles estos nombres ya mencionados. En todo caso, solo agregar que, si tuviera que elegir dos textos que han tenido un impacto inmenso en mi vida, sería:
El Retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde
Por la descomunal belleza de su narrativa, sus descripciones geniales, la forma tan sensible con la que pinta un cuadro mediante las palabras elegidas, su crítica satírica y aquella ironía tan refinada, su ruptura con los cánones de la época, su activismo y protesta a través de los personajes y, desde luego, su pasión incalculable hecha historia.
La Quinta Montaña, de Paulo Coelho
Porque sé que para lograr algo necesitas esperanza, aun cuando sientes que te has partido en diez billones de pedazos, necesitas fe a grados descomunales y la seguridad de que si aprendes lo que requieres y haces lo que te toca hacer, la vida avanzará en función de lo que estás diseñando, no por un milagro efímero, por buena suerte o lotería, sino porque te estás moviendo, estás escuchando y porque estás creando. Contrario a lo que tantos dicen, pienso que leer a Coelho, “leerlo y entenderlo de verdad”, es complicado o más que eso. Porque lo que dice, no es lo que “a primera vista” creemos que dice. En este libro hubo unas líneas que me hicieron volver en el tiempo, cuando el giro en 360° recién empezaba en mi vida:
“El silencio de la muerte llegó, y el viento dejó de soplar. Elías ya no escuchaba más los gritos de afuera, o el fuego crepitando en las casas de al lado; oía solamente el silencio, y casi podía tocarlo, de tan intenso que era”.
Sí. De tan intenso que era.
Y hoy que estamos todos en casa, literalmente aquí y en la China, otra frase linda de este autor me hace recordar algo que inevitablemente ocurrirá porque:
“La tristeza no se queda para siempre...”
Todo lo contrario ¿no creen?
Lo mejor para cada uno de ustedes. Y gracias por acompañarme en este viaje llamado LitiArt.
¡Feliz día del libro 2020!
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