Una narrativa de la calle
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Hace tanto que no estoy en esta pequeña parte de la ciudad, de noche. El centro del centro del Centro de Lima, el corazón histórico, el alma histórica, el espíritu histórico de la capital peruana. Un recorrido que resulta una postal ilustrada, especialmente cuando todos los faroles iluminan la vida con sus luces amarillas y algunas flores colgantes, los balcones que parecen mirar curiosos quienes van quedando por ahí, la arquitectura que permanece siempre con el pecho inflado, la frente alta y la nariz respingada por tanta belleza y los ecos de una historia que permanece entre las venas de cada rincón, de cada pared, de cada reja esculpida y algún vitral expectante.
Camino sin mucho rumbo, tratando de avanzar lento entre cuadra y cuadra, ya no hay tanta gente como en el día, por lo tanto, es un poco más sencillo andar sin tanta congestión, mirando los palacios iluminados, la fuente de agua y sus esculturas al centro de la plaza, la catedral que luce increíble con su esqueleto maravilloso tallado en madera y piedra, los campanarios, las alturas de su construcción que resultan parte de la maravilla instantánea y sus escalones ahora casi vacíos, las bocacalles y la ciudad encendida que, al mismo tiempo, se va apagando.
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Hay mujeres, hombres y también niños.
Hay policías, perros policías y también barrenderos.
Hay negocios abiertos, hay música y también vendedores de golosinas.
Sigo caminando al lado de la Plaza Mayor, cruzo hacia la Casa de la Literatura que ya está cerrada, el Bar-Restaurante Cordano ilumina aquello que considera una terraza, giro para San Francisco, la iglesia, pero es imposible continuar, hay una marcha de protesta y es mejor dar la vuelta para volver. Después de todo, hasta las palomas se han ido.
Al menos por hoy.
No siempre es posible venir por aquí - comenta A.
No es común visitar con frecuencia esta parte de la ciudad – prosigue B.
No es usual sentir la necesidad de pisar “El perímetro” - responde C.
No sé cuándo fue la última vez que fui “al Centro” - dice E
No sé cuándo podré ir, ¡es lindo!, pero no puedo – sentencia F
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Los años siguen pasando, la tecnología continúa revolucionándolo todo, las generaciones cambian, mutan, se transforman, las pieles envejecen, los cabellos caen, las orugas se convierten en mariposas y luego se difuminan con el viento hasta desaparecer por completo, la vida que pasa, el tiempo que corre, un virus que no se calla ni se apaga, que muta, muta, vuelve a mutar y sigue mutando, un tráfico que cada día está más enfermo, las noticias que son rojas, amarillas, negras pero jamás blancas o buenas, siempre tristes, enojadas o despechadas, la calle y sus mundos, la cultura y su gente, la ciudad y sus pecas, lunares, acné y manchas, su piel tersa y también arrugada, sus facciones vivas, jóvenes, ancianas, alegres, tristes, muy tristes, felices, apuradas, cansadas, despiertas, bailan, gritan, juegan, duermen, nacen, mueren, comen, beben...Lima, Lima, Lima.
¿Dónde está Lima?
Aquí y allá. Allá y acá.
¿Dónde queda la galería Pancho Fierro?
Pancho ¿qué? - me responde confundido un trabajador de la municipalidad que cuida la ciudad, o bueno, esa parte de la ciudad.
Pancho Fierro – repito – es una galería de arte – agrego.
No, no sé, disculpe, vamos a preguntarle a mi compañero.
El compañero tampoco sabe nada.
Camino, un poco más, unos pasos tan solo y en la esquina está la galería.
Hay poca gente. Hoy también, hay poca gente.
¿Dónde está Lima?
Aquí y allá - ya te dije
Sí, allá y acá, ¿no es cierto?
¿Cuál Lima?
Lima ¿qué?
Lima es inmensa, con muchos rostros y cada distrito representa uno.
Y cada distrito está muy alejado del otro.
Y cada distrito está lejos del Centro... ¿Viste?
Lima Histórica.
Está muy lejos – responden.
Es muy difícil llegar – agregan.
El tráfico es una locura, hasta allá - siguen.
Imposible manejar hasta el Centro, tal vez, ¿algún taxi? - preguntan.
Por eso hace tanto que no van, que no vienen.
Tanto que ya ni recuerdan cómo es esa parte de la ciudad.
Un lado precioso de la capital que, en ciertos instantes del día es amigable, bueno y el cómplice perfecto para un recorrido cargado de arte, aunque sea solo por un momento
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Ser turista en tu propia ciudad.
Tener ganas de descubrirla más seguido.
Preguntar.
Obtener las respuestas.
Mirar, escuchar, voltear, tocar, descubrir...con tiempo y espacio.
Después de todo,
siempre hay tiempo y espacio.
Gracias por acompañarme en este viaje literario a través del arte y la cultura.
AQUÍ encontrarás más noticias sobre uno y mil temas totalmente artsy que espero te motiven a seguir buscando más y más.
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