Fue el día que cerraron por completo
la Plaza Mayor de Lima.
Había ido al Centro Histórico
a ver una exposición de artes visuales.
Al salir, las protestas de trabajadores
que habían quedado desempleados
hizo que la policía cerrara el lugar y solo
unos pocos nos quedamos dentro.
Era extraño ver toda la plaza vacía, la pileta,
los palacios, la catedral y sus escaleras totalmente
libres. Todo el lugar iluminado, quieto, más fotogénico
que nunca y el contraste intenso alrededor:
el alboroto, la indiferencia y la violencia de siempre...
Me encanta verte iluminada,
tus ojos brillan por el descanso repentino,
con esos rayos cálidos de noche, qué locura, qué cordura, cada día te revelas más limeña que nunca...¿Y qué significa eso?
Hoy me he sentado en tus escaleras de catedral y desde aquí veo tus faroles inmortales, despiertos y despertando al cielo azul grisáceo. Y esa pose tuya tan tranquila y libre por unos segundos, estás vacía de gente, hoy no dejan entrar a casi nadie. Miramos de reojo y así me siento tan extraña y contenta como tú.
Es lindo visitarte, bueno, en realidad es TODA una experiencia, una tan difícil de describir porque raya la locura de vivir dentro de ti.. Ese lado tuyo que es precioso a gritos y ese lado tuyo que es horrible, también a gritos.
Suenan tus campanas,
algunos grabando en su memoria, y en sus teléfonos, una foto contigo así, tan quieta, tan irreal, tan inesperada y temporal. Esta reconciliación con la calma durará tan solo unos segundos, porque contigo solo el ruido es incontable.
El policía que va a comprar churros, trabajar así debe ser más dulce.
Un perro que juega solo, en el atrio de la gran iglesia, rodando como un niño feliz.
Los grillos que cantan y que hoy podemos escuchar porque tu plaza está vacía.
Un grupo de hombres y mujeres gritando al unísono que quieren ser escuchados, por primera vez.
Otro grupo de hombres y mujeres que silencian la bulla mientras vuelven a casa, comen pizzas, toman helados o compran objetos.
En estos instantes estás libre de nosotros, aunque en el fondo creo que te gusta que llenemos tus calles...no lo sé. No te quejes, por favor, somos tan alborotados como tú. A veces, también somos un desastre total, como tú.
Qué difícil es entenderte.
Qué difícil no quererte.
Qué difícil quererte.
Y qué fácil observarte y llevarte tan dentro.
Veo mi sombra en el suelo y también en las paredes.
Te ves tan pacífica,
suenas tan tranquila,
pareces intocable y tan segura.
Asustada, tan cansada y tácita.
Tan evidente, predecible y repetitiva.
La ciudad que habita en medio del ruido y la furia, la guerra y la paz, el sonido de la música, la barriga llena y, por eso, el corazón contento.
¡Que cada una te lleve por una ruta distinta, llena de energía y sorpresas siempre!
Gracias por acompañarme en este viaje literario a través del arte y la cultura.
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