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EN LOS ZAPATOS DEL OTRO

Foto del escritor: LUCY QUINTANILLALUCY QUINTANILLA

Actualizado: 11 oct 2019

ART.MO 2019 y las voces intrínsecas de Callao Monumental




El taxi ya no puede avanzar más, estamos casi estancados en una hilera larga de autos que persisten a paso de tortuga, quedarnos dentro del vehículo no tiene sentido, especialmente cuando del otro lado de las lunas la vida parece explotar en una constante fiesta entre una plaza repleta de globos; vendedores de comida, golosinas, objetos diversos; niños, jóvenes, adultos y ancianos viviendo; una iglesia que se levanta para todos cercada por caminitos que te llevan a quién sabe dónde y, por donde mires, una sensación de arte hecho calle que te da la bienvenida desde que decides poner un pie en su suelo. Bajarnos es, sin dudas, la mejor decisión, buscar el museo a pie será más valioso y productivo. “Casa Fugaz”, es una de las joyas preciosas en medio de un distrito llamado Callao, y estamos a punto de descubrirla.


Se ha inaugurado ART.MO 2019, la tercera edición de este Festival Internacional de Arte Contemporáneo. El ya famoso espacio Monumental Callao es el anfitrión para recibir visitas de todas partes, lleva años abrazando una iniciativa que transformó una zona del inmenso distrito del mar, en el perfil soñado para otros tantos destinos peruanos. Y esta vez la escena creativa se pinta del hoy, de aquí y también de allá, entre obras de múltiples artistas peruanos y de distintas partes de América, Asia y Europa.


Sin lujos ni brocados exuberantes, tan solo con lo que hay a la mano, así se construyen espacios abiertos aquí, para todo el que quiera entrar, conocer, aprender y contar. Y así también se destruyen muros y barreras de discernimiento e información.


Y entonces, de pronto y a veces, tantas veces, solo te queda reconocer que la calle puede ser el mejor diccionario, mapa y traductor para conocer y entender lo que ocurre de verdad en una ciudad, el modo de latir de sus vidas, los sonidos de sus voces, el aroma que los cubre entre sus edificios, viviendas y lo que nunca dejan de construir, por encima de lo tangible; descubrir el tacto de la cultura y subculturas que habitan entre sus pasajes y bocacalles, lo profundo de sus miradas y lo que éstas decodifican ayer, hoy y mañana entre lo concreto y lo etéreo y siempre, SIEMPRE, sus expresiones hechas grafitis, pinturas, esculturas, música, danza y miles de palabras expresadas de distintas maneras, bajo diversas narrativas artísticas, listas para ser descubiertas, leídas y valoradas.


Una vez más, esta es la evidencia de la calle como una suerte de termómetro que te indica, si prestas atención, la temperatura del cuerpo, y en este caso de las almas, corazones y mentes. Tanto por contar.




Y tanto por reconocer desde la mirada ajena pues, si de arte popular se trata, el Callao es probablemente uno de los epicentros con una de las narrativas más sinceras y descriptivas de nuestro país.


- ¿Quieres ver la realidad de la capital?

- Anda al Callao.


El Callao que es mucho más grande que una sola calle o que un solo barrio, que guarda vidas humanas, flora y una fauna que conviven en un bello hábitat entristecido por el daño de las circunstancias y a veces tan alegre y vibrante, dominados por la belleza propia de un mar único, ritmos latinos intrínsecos que corren por las venas, una pelota y el fútbol casi como marca de reconocimiento personal y claro, la arquitectura predispuesta, o indispuesta, de herencias que por siglos han atravesado millones de historias e historietas tantas veces caricaturescas, pero tan reales, demasiado tal vez, un demasiado que guarda tanto sabor a estereotipo por parte de la sociedad. Una realidad que convive entre la tranquilidad y el peligro, entre el “ven” y el “vete” y, por qué no, entre el “así estoy bien” y el “necesito ayuda”.


Sentido de identificación y la posibilidad de encontrarte en más de una pieza. Eso es lo que te permite andar por este lugar denominado “Monumental”, visitar, capturar mentalmente y provocar tus ideas hasta permitir que tu percepción se concrete en un enunciado claro, o en camino de serlo.



¿Qué más?


Ponerte en los zapatos del otro, ser capaz de salir de tu espacio unitario y de tu contexto cotidiano para cruzar tu propia frontera y descubrir que el mundo no solo es ancho y ajeno, sino que es poderoso y está hambriento por ser compartido, leído y comprendido desde ojos y miradas forasteras.




La escultura de un adolescente que esconde su rostro tras una máscara del Hombre Araña, sentado sobre unas barracas que atesoran las múltiples cajas rojas de cerveza tan conocidas y consumidas en los barrios populares de la ciudad, cada fin de semana, sea que haya mucho o poco dinero, la bebida que une y desune, que provoca y es sinónimo de diversión, de olvido y de borrón y cuenta nueva, pase lo que pase.



Las paredes avejentadas, de ladrillos en decadencia, hoy están iluminadas con grafitis coloridos que destilan vida por cada poro y célula de su dermis, un contraste que evidencia, como un espejo, la realidad y que se transforma en maravillosas piezas adornando todo el recinto. Así, una niña negra con ojos azulados ha sido retratada en medio de un estridente ¡Chimpún Callao!, un jabalí con lentes de sol de colores iridiscentes y un piercing entre las fosas nasales, un letrero fosforescente que anuncia que aquello proviene de “Arte Sufrido”, una pintura que devela una Marilyn un tanto distinta y actualizada por la mirada del autor bajo una gran frase que lidera “Allende vs Pinochet”.



De pronto, una pared enuncia que “En esta ciudad, un mar de esperanzas ha chocado con un océano de oportunidades” y además de invitarte, sugerente, a que te tomes una fotografía con ella, es también la predecesora a la puerta de salida del museo Casa Fugaz.

Las obras van y vienen, las galerías, los artistas, los nombres y anónimos, piso tras piso, un ascensor en el que solo entran cuatro personas y las ganas de seguir descubriendo y develando el secreto del máximo lugar exponencial de arte popular en el distrito del Callao.



En la inesperado están las maravillas


Termino por el principio y la primera galería, a la derecha, desde la entrada del museo guarda, además de un solo cuadro de Bansky, una variedad de arte interactivo para todos y finalmente, en mi caso, una gran puerta, maravillosa ella colgada a modo de cuadro, que grita primero “PERÙ”. Y luego nos va narrando una historia social tan personal, tal vez la del provinciano que llega desde lejos hasta la capital, dejando atrás su contexto familiar y encontrándose con una realidad tan distinta a la suya, a veces desconocida, a veces en tierra fértil para desplegar su imaginación cotidiana de raíces andinas; quizás la de un limeño, trabajador, que se da de bruces una y otra vez o puede ser que esta tan solo sea la lectura del imaginario que busca inspirar e invitar a otros a la continuación constante.



Me quedo pegada observando, de pie, inmóvil durante largos minutos, sonriendo y reconociendo una escena que aquí es cotidiana. Es la puerta trasera de un camión rural, como tantas otras que deambulan por todo el país, sobre ruedas, siempre representadas por tipografías de colores enérgicos, llenas de formas, con ecos de texturas y eternamente sugerentes en medio de algún mensaje casi poético que constantemente busca ser inspirador, como en este caso, y a modo de coach, que recita un sonoro “Querer es poder”.


Las figuras varían, en este caso nos ha tocado un gran león, felino feroz, esta vez a punto de atacar, de apoderarse de su presa, de luchar con todas sus fuerzas; un ser aparentemente capaz de todo y que va por todo, a ganar, con las garras y los dientes afilados, la melena despeinada por tanto alboroto dentro de él y esa energía que parece desbordante, la mirada penetrante y totalmente enfocada en el objetivo, el ceño fruncido, los bigotes acaso rígidos.


¿Estaba preso? ¿Preso de qué, de quién?

Las cadenas han sido rotas.

Es libre de elegir qué sigue.


La obra parte del movimiento “Arte Chicha” o “Arte Popular Urbano”, sello de las actuales raíces peruanas latinoamericanas que abriga un concepto basado en la diversidad, que ingresa constantemente y se une a lo ya existente, como es el caso de los miles de pobladores de otras ciudades del Perú, especialmente los que llegan de la Sierra a Lima.

Ciudadanos libres que añoran sus costumbres y celebraciones visuales, y que ya en la capital transforman o adaptan en expresiones cotidianas producto del mestizaje cultural.


Este ha sido solo un día, una tarde que ha quedado incompleta porque hay tanto por descubrir en este lado del rostro porteño. Un encuentro que siempre es mutuo, entre el artista y el lector. Hay tiempo, aún hay tiempo, las muestran están dispuestas para todos hasta julio 2019.


Ya no hay luz de día, en la calle los patrulleros y policías rondan, por si acaso.


Es hora de irse.


Depende de ti.

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