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EL ALMA DE LAS RAÍCES

Foto del escritor: LUCY QUINTANILLALUCY QUINTANILLA

Al paso de la naturaleza libre y sin reglas


Hay mucha luz, entonces sientes paz. Hay ausencia total de todos, entonces sientes creciente curiosidad libre. Hay cuadros, esculturas, color rojo, amarillo, verde y formas redondeadas, entonces sientes ecos de la infancia. Hay sonidos sigilosos del viento, que entra muy despacio, a participar de esta conversación que dará inicio en unos segundos, entre la obra de Diana Riesco-Lind y yo.


“Dama Roja vestida de Verde” está esperando que la vean, una muestra con códigos que extienden la avidez de la Amazonía por ser constantemente redescubierta, reconocida y revalorada. Una puesta en escena que nos descubre sus orígenes en una arcillosa tierra roja sobre la que se edifica naturalmente toda una región, tierra madre considerada la bendición de sus habitantes y que por su dermis rojiza fue bautizada como Pucallpa, May Ushin en Shipibo, Puka Allp en quechua.


Orígenes encarnados que tantas veces desconocemos pues desde nuestros primeros años identificamos a la gran Selva Amazónica como una inmensa ventana verde. Ahora, y solo ahora, reconocemos que este es solo el fastuoso traje hilado a mano, por la mano creadora, para vestir a la región más extensa del Perú.




La casa museo Marina Núñez del Prado abre un espacio lleno de significados, de contenido coqueteando con lo misterioso, lo real y lo posible; de la historia de una cultura, de tradiciones y mitos perpetuados en el espíritu vivaz de un nuevo mundo; de memorias que superan los recuerdos y tatúan momentos, imágenes, emociones y movimientos que son transmitidos a las nuevas generaciones que, a su vez, reinician la máquina del tiempo y la imprenta imaginaria para deliberar nuevos tonos, referentes y mensajes a esparcirse por el aquí inmediato, y por el allá sin barreras de tiempo o lugar, a través de innovadoras vías objetivadas en piezas de arte, como en esta ocasión, visuales, llenas de luz, de caminos trazados desde y hacia el cielo, de reflejos en las aguas puras que juegan constantemente con las hojas coloridas en un disfrute interminable de la vida, acaso del amor, de la lucha y de la fertilidad que origina la creación, la creatividad en la interminable búsqueda de posibilidades y respuestas, y la imaginación incalculable que fluye con autonomía eterna.


Cielo Verde, Encuentro, Interior y Fluidos dan origen a la sucesión de cuadros que la pintora peruana ha elegido para canalizar su imaginación trazada desde la realidad amazónica de la que nos empapa ahora con ecos de intimidad luminosa y el regreso a los orígenes, a la naturaleza viva que nos entrega la tierra en sus trazos rojizos y en sus múltiples cambios que subrayan al marrón y lo convierten en un personaje de fondo, calmado en extremo, acaso apagado, acaso a punto de extinguirse o quizás refugiado en los constantes verdes.



Verde vivaz, en tantas hojas con distintas formas, esas que te remiten a un corazón casi perfecto pero jamás del todo, imperfecto finalmente y regocijándose en la reunión con sus pares corazones todos y todas, - sin rumbo fijo - parecen pensar o decir, sin igualdad o mejor aún, disfrutando de la diversidad acorazonada en una generación de hojas verdes que muestran sus venas finamente trazadas en los óleos hiperrealistas descubiertos al público, seres vivos que parten del unísono basado en la diferencia de formas, texturas, tonalidades y tamaños, instalados plácidamente sobre aguas selváticas, marchando entre ramas y otras especies que se mezclan todas, sin líneas divisorias y, más bien, en plácidos ecos divertidos que piden más.


Las referencias a la femineidad son una constante durante el recorrido total. La narración sobre la madre, un sello indeleble aunque sutil, como en el caso de “Damas marchando”, la imagen fotográfica de un grupo de adolescentes escolares recorriendo la calle en marcha militar, aquel desfile en el que participó la progenitora de la artista hace varias décadas y en la que todas son mujeres, “parte del mismo material que pisan”. Mujeres que dejan huella a su paso. Mujeres que son el ombligo del mundo y que en sus pisadas heredan mensajes, acciones, emociones y actitudes, esas que delegan continuar y recoger constantemente aprendizajes y prácticas innovadoras que nutran los presentes, los contextos y las culturas enraizadas desde cada célula humana.




Del mismo modo, los regresos permanentes al concepto de la mujer y sus herencias, a las generaciones de abuelas a nietas y también a las formas voluptuosas que inspiran el llamado a la continuidad, nos motivan a seguir descubriendo. De este modo, es que encontramos cántaros retratados en vasijas shipibo, cuyo vínculo con su función primaria de recolectar agua nos indicaría la misión de dar vida, de saciar la sed, de nutrir las raíces de todos los seres, sin distinción ni límites. Agua viva que permite más vida, más formas, más texturas, más luces y colores, más de todo y de todos.


Interior particularmente me impacta por encima de su estética, como sí ocurre originalmente el caso de las bellas Cielo Verde o Encuentro, pues me remite a un desierto que a la vez es un espacio lleno de todo aquello sinónimo de confusión, de lucha, de fuerza y esfuerzo, de caída, de tristeza y después de vida; de vallas, fallas y luego de ponerse otra vez de pie; de ideas contradictorias y bases corroídas, pero también de orificios para encontrar la salida y de múltiples formas entre las que buscar y rebuscar por alternativas y soluciones; de hojas carcomidas por otros y perforadas por amenazas probablemente constantes y entonces la connotación de una disputa perenne por la estabilidad total, y a su vez, en medio de todo esto, de encuentros con colores azulados y lilas, y con delgadas y verdosas hojas largas que me indican que aún hay vida y constante posibilidad de un sí.




La tierra amazónica que es hermosa y poderosa, que da vida y penetra el mundo peruano de la mejor forma imaginada, ha sido a su vez golpeada por los efectos del terrorismo, del narcotráfico y la corrupción, contextos que dejan eco en los territorios de su medio ambiente y en las tierras del cuerpo humano, y que han contribuido al olvido de una región profunda de nuestra cultura.


Sin embargo, el tiempo no se detiene y la vida amazónica continúa, siempre andando y buscando, y tantas encontrando. Cielo verde te invita a mirar hacia las alturas y a sentirte feliz, a saber que hay vida y que el camino trazado es siempre hacia arriba, hacia adelante y de pie, aún en medio de ramas cruzadas que lo atavían todo de mayor dificultad, de troncos muy altos que retan la humanidad y de hojas llenas de bostezos y cotilleos indiferentes, tendidas en el camino actual hacia uno que solo tenga luz. A su vez, la estética de Encuentro es la constante posibilidad e invitación al reflejo y la luminosidad máxima al otro lado de los límites.




Sin dudas, la exposición es una firme invitación a la reflexión y al entendimiento de la realidad, a la decodificación del mensaje envuelto en la narrativa propia de Diana Riesco y su guía indeleble por el entorno del papel femenino en el mundo actual, su empoderamiento, capacidad de cambio y de poblar física, mental y emocionalmente el mundo y su posición de incansable persistencia.


En medio de nuestros contextos de olvido y la espalda constante a nuestras expresiones intrínsecas, esta muestra nos revela la intimidad del Perú a través de la naturaleza. Aún tan poco acostumbrados a exprimir los significados de lo observado, esta es una excelente oportunidad para analizar nuestra postura social como personajes que a veces caminan, y otras deambulan, entre la luz, sus destellos y sombras; y entre la vida, si así se elige, la muerte en vida o la real.

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