Londres en noviembre
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Un día te das cuenta que era verdad lo que dicen, tú puedes tener todas las expectativas precisas sobre algo o alguien, pero nunca eres dueño, no realmente, del futuro. Lo puedes planificar, detalladamente a veces, puedes visualizarlo y abrazar con todas tus fuerzas ese ideal, puedes llenar tu mente de post its y creer que así será, pero por alguna razón que solo ella entiende, la vida repentinamente gira tu rumbo y te acerca o te lleva a tu destino esperado, pero por un camino que no era el que trazaste, así, con tanto mimo, cuidado e ilusión. El suyo quizás sea igual de emocionante o más, igual de lindo o más, mil veces más, aunque a veces te dará ganas de preguntarle ¿y es necesario que me pongas tanta tontería, tanta gente horrible en medio de tanta gente buena? ¿Es necesario que también tenga que sentir tanto enojo y frustración en medio de la alegría desbordante que me permites sentir constantemente? La bipolaridad de la vida, piensas, la desfiguración de los sueños trazados a mano y la construcción más amplia de los mismos.
Alguna vez escuché a un deportista de élite decir Yo no tengo sueños, yo tengo planes, y esa respuesta se quedó grabada en mi memoria. YO NO TENGO SUEÑOS, YO TENGO PLANES. Sonó mucho más realista, mucho más activo, mucho más concreto. Tengo tantos sueños me devuelve a los cuentos de hadas que leemos cuando somos niños, historias perfectas, llenas de brillo, con finales siempre felices, con lecciones por aprender y donde el bueno siempre gana. Y entonces, un día, o muchísimos, cuando eres adulto, de pronto, el bueno también pierde y se da de cara contra el suelo tantas veces, o tal vez algunas veces gane en el largo plazo, pero entonces ves que los malos también parecen ganar, sin merecerlo, hacen lo que quieren y se sientan encima de todos. ¿Y los buenos? ¿Y los cuentos de hadas? ¿Y lo que es justo?
En Londres llueve, llueve mucho, llueve repentinamente y entonces vuelve a llover. Al minuto siguiente el cielo se abre dejando ver un azul precioso y la luz del sol lo ilumina todo y a todos, por dentro, por fuera, por siempre; la luz es preciosa, entonces el clima es cálido y repentinamente esa luz también preciosa puede existir en medio de un frío abrumador y una hora después hace calor y dos horas más tarde el viento helado te hace correr a casa abrazándote tan fuerte como puedes. Un día cualquiera, de otoño, verano, primavera o invierno alumbra mucho y cierto tiempo después anochece hacia las cuatro de la tarde. La vida como Londres y Londres como la vida misma. Siempre.
Londres, el vibrante y precioso epicentro mundial de las agendas culturales, más efusiva cada vez.
Londres que es inolvidable, porque una vez que la descubres, nunca más la olvidas, se te queda tatuada en el alma. Así, por siempre. Una ciudad que deja esa huella indeleble difícil de explicar, incluso para los que usamos las palabras como nuestra mayor forma de expresión... Quizás a veces en los espacios en blanco y en los silencios también haya palabras que lo explican todo, tanto como puedan.
Un día de otoño en Londres, hoy, noviembre, a las cuatro y treinta de la tarde, cuando el día estaba oscureciendo y los árboles todavía hablaban fuerte, los colores de las hojas me recordaron que la vida nunca se detiene, incluso cuando más tristes estamos, cuando todo es un enredo, cuando los humanos te vuelven a sorprender, para bien y para mal. Las hojas que vuelan como el viento, el sonido de sus texturas, el espectáculo infinito que es verlas descender y entender que una vez caídas lo alumbran todo, un todo que es más lindo porque ellas caen, una estación del año que parece un sueño colorido porque ellas eligen descender.
El otoño inglés que para mí no huele ni sabe a nostalgia, al contrario, me hace reconocer la naturaleza más viva que nunca incluso cuando muere y sus hojas se desprenden del árbol de la vida...
La muerte que puede ser vida, la vida que vuelve a nacer, la vida que le da vida a otros a través de su belleza pura. La vida hecha espectáculo casi al anochecer.
Sigo caminando, las aves vuelan y cantan también a esta hora, parecen felices siempre; el agua refleja a los árboles y los árboles se balancean con el aire, el aire cada vez más frío y el frío sin límites ni responsabilidades. Londres, pienso, y sonrío muy grande.
El paisaje más lindo del mundo. Hoy, Aquí, Ahora.
Londres, 01 de noviembre de 2024
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